Intentos de domesticación.
Reynaldo Sietecase
Cuando el verbo domesticar se refiere a las personas, apunta a un objetivo concreto: hacer tratable a alguien que no lo es o moderar la aspereza de su carácter. En definitiva, hacerlo obediente. En los últimos días, tanto el líder de Proyecto Sur, Fernando “Pino” Solanas, como el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, fueron víctimas de un fallido intento de domesticación política.
Los dos dirigentes opositores fueron vapuleados por su decisión de acompañar, con el voto de sus legisladores, la media sanción a la ley de Medios Audiovisuales en la Cámara de Diputados. Dado el desprestigio del gobierno nacional, la principal acusación, en todas sus variantes, fue la de ser funcionales al kirchnerismo. Se habló de pactos secretos, “uso de la chequera” y de intercambio de favores.
En un abrir y cerrar de diario, la tenaz oposición del cineasta a la extranjerización de recursos naturales, sus críticas a la política energética oficial y sus denuncias sobre los negociados en las concesiones petroleras y la obra pública quedaron en el olvido. En un clic de control remoto, la defensa que hizo el socialista de los pequeños y medianos productores rurales, su oposición a la colonización del Consejo de la Magistratura y el juicio entablado contra el gobierno nacional en la Corte Suprema se esfumaron de golpe. En un instante, dos de los dirigentes más ponderados por la prensa, que hasta hace una semana se había cansado de exaltar sus valores de “coherencia y honestidad”, se convirtieron en oficialistas y, en consecuencia, en personajes inestables y sospechosos.
Ahora bien, sin que este análisis implique ponderación alguna: ¿de qué manera debería haber votado el diputado de Proyecto Sur, Claudio Lozano? Los sectores que integran ese espacio acompañaron los llamados 21 puntos de la Coalición por la Radiodifusión en los que se basa el proyecto en discusión. El propio Solanas presentó una iniciativa para modificar la ley de la dictadura cuando estuvo en el Congreso. Además, después de criticar “el oportunismo” del Gobierno y de advertir sobre el intento de abrir el negocio de los medios a empresarios amigos lograron impedir, junto al resto de los opositores, el ingreso de la telefónicas y cambios en la autoridad de aplicación.
¿Cómo deberían haber votado los diputados del Partido Socialista? Hace veinte años Guillermo Estévez Boero, uno de sus fundadores, ya planteaba un proyecto para cambiar la ley. El dirigente porteño Roy Cortina tenía una iniciativa en el mismo sentido con estado parlamentario. Cuando se produjo el debate por la estatización de las jubilaciones privadas, ocurrió algo parecido. La UCR y la Coalición Cívica se opusieron, pero los socialistas no. Aun con serios reparos sobre el manejo de los fondos recuperados, terminaron votando de acuerdo con su historia e ideología. En ambos casos utilizaron la misma frase: “Los Kirchner pasarán y el Estado queda”. A la derecha de su pantalla, el profesor Mariano Grondona también utilizó la misma frase para las dos ocasiones: “Binner me defraudó”. Vale recordar que las jubilaciones en Santa Fe están en manos públicas y que en Rosario funciona el único banco municipal que queda en pie el país.
Por qué no aceptar entonces que tanto Solanas como Binner apoyaron la media sanción porque están convencidos de que, si bien esta ley es perfectible, es mejor que la vigente. Y que esta opinión favorable no les impidió señalar el manejo autoritario del debate por parte del oficialismo.
Lo cierto es que ninguno de los dos dirigentes especuló con la decisión. Ambos tienen mucho para perder. El gobernador enfrenta una elección clave el próximo domingo en un territorio donde el kirchnerismo es como la mancha venenosa, y Solanas, por su parte, construye su capital político en un distrito refractario al gobierno nacional.
Las críticas, las chicanas, las sospechas que se lanzaron contra los dirigentes de la centroizquierda son tan maniqueas como las acusaciones de “asalariados de los multimedios” que se deslizan desde el oficialismo sobre cualquier legislador o periodista que se opone o cuestiona el proyecto oficial. Es la política planteada como guerra neutrónica y el periodismo entendido como el inevitable resultado de la obediencia debida.
Fuente: Critica Digital.
jueves, 24 de septiembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
Rehecha la ley...Martin Caparrós
Ayer, tras tanta tinta, tanta cháchara chocha, tanto tonto tanteando al tuntún, la Honorable Cámara de Diputados de la Nación –Argentina– terminó votando a favor de la ley más debatida de los últimos tiempos.
M. Caparrós.
Por M. Caparrós
17.09.2009
Ayer, tras tanta tinta, tanta cháchara chocha, tanto tonto tanteando al tuntún, la Honorable Cámara de Diputados de la Nación –Argentina– terminó votando a favor de la ley más debatida de los últimos tiempos porque el gobierno había cambiado algunos de sus artículos. ¿Puedo decir que ese proceso de negociación que Morales Solá en La Nación definió como “un gesto desesperado”, Susana Viau en Crítica de la Argentina como “un mamarracho mezquino”, Clarín en Clarín como “una marcha atrás” y Macri como “fachista” en todos lados, me pareció un gran momento democrático? O, por decirlo de un modo menos precioso y más preciso, un ejemplo infrecuente de funcionamiento de los mecanismos de la democracia de delegación.
Digo: un gobierno pretende sancionar una ley para regular una cuestión que visiblemente le importa mucho, y la presenta a la consideración de los legisladores; los oficialistas, faltaba más, dicen que la votan, pero una cantidad de diputados de otros partidos dice que así no porque tal, porque cual. Entonces el gobierno, que por supuesto quiere que aprueben su ley, la cambia para conseguir el apoyo y el consenso –el famoso consenso– necesarios y, al fin, gracias a esos cambios, logra la media sanción más complicada.
Si esto no es lo que pensaban los que inventaron el sistema parlamentario, que vengan y me expliquen cómo era. Todos los demócratas que le reprochaban flamígeros al gobierno su tozudez, su obcecación, su caprichonería, su autismo y, por supuesto, su autoritarismo ahora lo acusan de haber modificado su proyecto para ganar los votos que necesitaba. Lo acusan de haber cooptado a ciertos opositores: cuando socialistas, solanistas y otros explicaron por qué se oponían, el gobierno medio satifizo sus demandas y les permitió –los obligó– a votar a favor. Fue una maniobra –perfectamente democrática– bien hecha y ahora estos opositores tienen que explicarles a muchos de sus votantes, que los votaban por opositores, por qué votaron a favor de una ley del gobierno –en un asunto que sale del blanco o negro fácil y pasa al gris, siempre más complicado de traducir en un minuto de televisión o tres de radio.
Los demócrata-reprochistas acusan al gobierno, además, de haber apurado el trámite –después de haberlo acusado antes, durante meses, de darle largas–, e incluso se retiraron de la sesión alegando que empezó media hora tarde. Mientras tanto, los grandes medios, abroquelados como nunca, insisten en su defensa acérrima de la libertad oíd mortales. Ya escribí hace quince días aquí mismo lo que pienso cuando veo a Clarín, La Nación y otros buenos muchachos enarbolando la “libertad de prensa”; también lo escribió aquí mismo ayer, mucho mejor, Reynaldo Sietecase.
Insisto: me sorprende que hoy nadie salga a hablar de democracia. La democracia no es mi fetiche favorito pero ustedes, estimados, que se llenan la boca con democracia, se hacen gárgaras de democracia a la mañana, buches de democ rac i a después de las comidas, lavativas de democracia tras las deposiciones, deberían festejar alborozados. Señores Pro, señoras Acuerdo, señoritas coberas, señores y señoras etcétera y etcétera, ¿no deberían proclamar su felicidad porque el congreso por fin ha servido para algo, los mecanismos democráticos para algo, para algo los debates de un proyecto?
Por supuesto que nada de eso hace olvidar que la ley de Medios está llena de aspectos poco claros, ni que las razones del kirchnerismo para impulsarla ahora –tras seis años de gobierno en alianza con sus neoenemigos– se mantienen oscuras, ni que sigue siendo muy sospechoso de querer usarla –como ha usado la mayoría de sus medidas– para su beneficio político y personal. Ni, sobre todo, el hecho de que nos hemos pasado semanas envueltos en un manto de neblina –a.k.a. Nube de Pedos– en que pareciera que nada nos importa tanto como la propiedad de las radios y las televisiones. Semanas en que los medios no hablaban de otra cosa –salvo cuando perdían Boca y Argentina o ganaba Del Potro. Semanas en que se consagró, sin más rivales, la sociedad virtual, donde lo que importa son los medios, el país son los medios, nuestras vidas son medios o medias, todos somos Mirta Marcelo y Susana planos y borrosos. Si todos –gobierno, diputados, medios, ciudadanos– dedicáramos el mismo interés, la misma energía, el mismo hambre a discutir cómo solucionar ciertas cosas mucho más urgentes, quizá terminaríamos por notar que los medios son sólo una pequeña parte de ese todo. O que hay muchas personas a las que los medios les importan –dicho sea con el debido respeto– no más de dos carajos y dos tercios, porque es difícil mirar la tele con la panza vacía y la certeza de que no sabés cómo hacer para llenarla.
Hay azares. Ayer salió, más o menos chiquita en los diarios, hundida bajo la marejada de invectivas, una de esas cifras que, cada tanto, alguna organización internacional descubre y lanza: que el planeta llegará, este año, a un record mundial de mil millones de hambrientos. La efectividad mediática de esas cifras descansa, por supuesto, en nuestra nabidad: ¿por qué mil millones de personas con hambre en el mundo sería peor que 997,3 millones de personas con hambre en el mundo? Pero el golpe –leve, breve– funciona leve y brevemente y sirve para que usted señor, usted señora, piensen durante ocho segundos tres quintos en el hecho de que hay personas –mil millones, decimos– que no comen lo que deberían. Y también para que la maquinaria mediática pare de hablar de sí misma durante 4000 caracteres –la mitad de esta nota demasiado larga– y para que el gobierno y los diputados y la sociedad no le hagan ningún caso a la parte que nos corresponde.
Digo, señores K, ya que están lanzados, enhiestos, dispuestos a la lid: ¿por qué no tratan de convencernos de que no son lo que lamentablemente muchos creemos que son y dedican estos pocos meses de mayoría parlamentaria que les quedan a una ofensiva contra el hambre y la pobreza en la Argentina? Se me ocurre una idea y se las regalo, porque no hay nada más barato que una idea: quizá recuerden que, en un país donde se pagan cada vez más impuestos –donde los empleados pagamos impuestos, los productores agropecuarios pagan impuestos, los comerciantes pagan impuestos, los industriales pagan impuestos, cualquier comprador de un litro de leche paga muchos impuestos– los únicos que no pagan impuestos son los zánganos rentistas de la Bolsa y otros especuladores financieros. ¿No les suena? ¿No les parece suavemente intolerable? ¿No se imaginan que podrían matar dos pájaros de un tiro: proponer una ley que grave las transacciones financieras y –para no repetir el error de la 125– destine, explícita y obligatoriamente, esa recaudación a combatir el hambre? Y que, para que no tengamos que creer que se la van a guardar o la van a repartir con sus amigos o la van a usar para comprar votos, la ley defina desde el principio qué organizaciones no gubernamentales van a recibir todo el producido de ese impuesto justísimo para que, sin gastos burocráticos, sin especulaciones clientelistas, la usen para dar comida a los millones de argentinos que forman parte de esos mil millones. O, mejor: para organizar actividades productivas –cooperativas, autogestiones varias– que hagan que esos millones de argentinos no sigan dependiendo del Estado y de la caridad para comer de vez en cuando. Y después, si quieren, podemos seguir hablando –en serio– de redistribución o, incluso, de mejorar la sociedad argentina.
Fuente: http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=29781
M. Caparrós.
Por M. Caparrós
17.09.2009
Ayer, tras tanta tinta, tanta cháchara chocha, tanto tonto tanteando al tuntún, la Honorable Cámara de Diputados de la Nación –Argentina– terminó votando a favor de la ley más debatida de los últimos tiempos porque el gobierno había cambiado algunos de sus artículos. ¿Puedo decir que ese proceso de negociación que Morales Solá en La Nación definió como “un gesto desesperado”, Susana Viau en Crítica de la Argentina como “un mamarracho mezquino”, Clarín en Clarín como “una marcha atrás” y Macri como “fachista” en todos lados, me pareció un gran momento democrático? O, por decirlo de un modo menos precioso y más preciso, un ejemplo infrecuente de funcionamiento de los mecanismos de la democracia de delegación.
Digo: un gobierno pretende sancionar una ley para regular una cuestión que visiblemente le importa mucho, y la presenta a la consideración de los legisladores; los oficialistas, faltaba más, dicen que la votan, pero una cantidad de diputados de otros partidos dice que así no porque tal, porque cual. Entonces el gobierno, que por supuesto quiere que aprueben su ley, la cambia para conseguir el apoyo y el consenso –el famoso consenso– necesarios y, al fin, gracias a esos cambios, logra la media sanción más complicada.
Si esto no es lo que pensaban los que inventaron el sistema parlamentario, que vengan y me expliquen cómo era. Todos los demócratas que le reprochaban flamígeros al gobierno su tozudez, su obcecación, su caprichonería, su autismo y, por supuesto, su autoritarismo ahora lo acusan de haber modificado su proyecto para ganar los votos que necesitaba. Lo acusan de haber cooptado a ciertos opositores: cuando socialistas, solanistas y otros explicaron por qué se oponían, el gobierno medio satifizo sus demandas y les permitió –los obligó– a votar a favor. Fue una maniobra –perfectamente democrática– bien hecha y ahora estos opositores tienen que explicarles a muchos de sus votantes, que los votaban por opositores, por qué votaron a favor de una ley del gobierno –en un asunto que sale del blanco o negro fácil y pasa al gris, siempre más complicado de traducir en un minuto de televisión o tres de radio.
Los demócrata-reprochistas acusan al gobierno, además, de haber apurado el trámite –después de haberlo acusado antes, durante meses, de darle largas–, e incluso se retiraron de la sesión alegando que empezó media hora tarde. Mientras tanto, los grandes medios, abroquelados como nunca, insisten en su defensa acérrima de la libertad oíd mortales. Ya escribí hace quince días aquí mismo lo que pienso cuando veo a Clarín, La Nación y otros buenos muchachos enarbolando la “libertad de prensa”; también lo escribió aquí mismo ayer, mucho mejor, Reynaldo Sietecase.
Insisto: me sorprende que hoy nadie salga a hablar de democracia. La democracia no es mi fetiche favorito pero ustedes, estimados, que se llenan la boca con democracia, se hacen gárgaras de democracia a la mañana, buches de democ rac i a después de las comidas, lavativas de democracia tras las deposiciones, deberían festejar alborozados. Señores Pro, señoras Acuerdo, señoritas coberas, señores y señoras etcétera y etcétera, ¿no deberían proclamar su felicidad porque el congreso por fin ha servido para algo, los mecanismos democráticos para algo, para algo los debates de un proyecto?
Por supuesto que nada de eso hace olvidar que la ley de Medios está llena de aspectos poco claros, ni que las razones del kirchnerismo para impulsarla ahora –tras seis años de gobierno en alianza con sus neoenemigos– se mantienen oscuras, ni que sigue siendo muy sospechoso de querer usarla –como ha usado la mayoría de sus medidas– para su beneficio político y personal. Ni, sobre todo, el hecho de que nos hemos pasado semanas envueltos en un manto de neblina –a.k.a. Nube de Pedos– en que pareciera que nada nos importa tanto como la propiedad de las radios y las televisiones. Semanas en que los medios no hablaban de otra cosa –salvo cuando perdían Boca y Argentina o ganaba Del Potro. Semanas en que se consagró, sin más rivales, la sociedad virtual, donde lo que importa son los medios, el país son los medios, nuestras vidas son medios o medias, todos somos Mirta Marcelo y Susana planos y borrosos. Si todos –gobierno, diputados, medios, ciudadanos– dedicáramos el mismo interés, la misma energía, el mismo hambre a discutir cómo solucionar ciertas cosas mucho más urgentes, quizá terminaríamos por notar que los medios son sólo una pequeña parte de ese todo. O que hay muchas personas a las que los medios les importan –dicho sea con el debido respeto– no más de dos carajos y dos tercios, porque es difícil mirar la tele con la panza vacía y la certeza de que no sabés cómo hacer para llenarla.
Hay azares. Ayer salió, más o menos chiquita en los diarios, hundida bajo la marejada de invectivas, una de esas cifras que, cada tanto, alguna organización internacional descubre y lanza: que el planeta llegará, este año, a un record mundial de mil millones de hambrientos. La efectividad mediática de esas cifras descansa, por supuesto, en nuestra nabidad: ¿por qué mil millones de personas con hambre en el mundo sería peor que 997,3 millones de personas con hambre en el mundo? Pero el golpe –leve, breve– funciona leve y brevemente y sirve para que usted señor, usted señora, piensen durante ocho segundos tres quintos en el hecho de que hay personas –mil millones, decimos– que no comen lo que deberían. Y también para que la maquinaria mediática pare de hablar de sí misma durante 4000 caracteres –la mitad de esta nota demasiado larga– y para que el gobierno y los diputados y la sociedad no le hagan ningún caso a la parte que nos corresponde.
Digo, señores K, ya que están lanzados, enhiestos, dispuestos a la lid: ¿por qué no tratan de convencernos de que no son lo que lamentablemente muchos creemos que son y dedican estos pocos meses de mayoría parlamentaria que les quedan a una ofensiva contra el hambre y la pobreza en la Argentina? Se me ocurre una idea y se las regalo, porque no hay nada más barato que una idea: quizá recuerden que, en un país donde se pagan cada vez más impuestos –donde los empleados pagamos impuestos, los productores agropecuarios pagan impuestos, los comerciantes pagan impuestos, los industriales pagan impuestos, cualquier comprador de un litro de leche paga muchos impuestos– los únicos que no pagan impuestos son los zánganos rentistas de la Bolsa y otros especuladores financieros. ¿No les suena? ¿No les parece suavemente intolerable? ¿No se imaginan que podrían matar dos pájaros de un tiro: proponer una ley que grave las transacciones financieras y –para no repetir el error de la 125– destine, explícita y obligatoriamente, esa recaudación a combatir el hambre? Y que, para que no tengamos que creer que se la van a guardar o la van a repartir con sus amigos o la van a usar para comprar votos, la ley defina desde el principio qué organizaciones no gubernamentales van a recibir todo el producido de ese impuesto justísimo para que, sin gastos burocráticos, sin especulaciones clientelistas, la usen para dar comida a los millones de argentinos que forman parte de esos mil millones. O, mejor: para organizar actividades productivas –cooperativas, autogestiones varias– que hagan que esos millones de argentinos no sigan dependiendo del Estado y de la caridad para comer de vez en cuando. Y después, si quieren, podemos seguir hablando –en serio– de redistribución o, incluso, de mejorar la sociedad argentina.
Fuente: http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=29781
El peor analfabeto
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no
participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la
vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido,
del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El
analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el
pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia
política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos
los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las
empresas nacionales y multinacionales".
participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la
vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido,
del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El
analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el
pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia
política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos
los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las
empresas nacionales y multinacionales".
Mario Wainfeld sobre la Ley de Radiodifusión.
Mario Wainfeld sobre la Ley de Radiodifusión.
Mario Winfeld, periodista y abogado
Buenas y malas ondas.
El proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual entrado en el Congreso tiene 144 artículos, dotados de una profusa fundamentación, insólita para los usos parlamentarios actuales. Fue editado en un libro de casi 150 páginas, usado como disparador en foros realizados en todo el país. Esa dinámica previa le hace honor, su contenido también.
El texto no fue una invención del kirchnerismo. Sintetiza aportes oriundos de la sociedad civil y del mundo académico decantados en el último cuarto de siglo. Los sonados “21 puntos” cristalizaron parte de esa producción, también hubo proyectos de legisladores de varias bancadas, incluyendo a varios radicales, que fueron pioneros.
El cronista, que forma parte del pelotón que brega por esa norma desde que se inauguró la actual etapa democrática, considera que es un buen proyecto, de clara raigambre democrática e igualitaria. Un debate honesto podría mejorar zonas grises, errores o limitaciones. El cronista señala dos, a su criterio.
- El primero es la eventual amplitud de posibilidades abiertas a las telefónicas, que quizá no amerite borrarse de un plumazo, pero sí tener restricciones más ceñidas.
- El segundo alude a un objetivo encomiable, la protección a la producción nacional. Nada que objetar salvo que su definición es muy imprecisa.
Pasible de esas anotaciones o de otras, el proyecto avanza en aras de la libertad de información, de ampliar el espectro de emisores, de poner coto a los monopolios y oligopolios. No hay ninguna alusión, siquiera lateral, a la limitación de contenidos y sí varios artículos que defienden la libertad de expresión y la de los periodistas. Entre otras experiencias de otros países se recoge la de Defensoría del Público.
Desde luego, afecta poderes establecidos, que tienen razones y derecho de defender su patrimonio. Podrían hacerlo polemizando con calidad afín a la propuesta en cuestión. Eligen otro camino, el del poder desnudo.
- - -
El poder y los ultras: Asombra la baja calidad de los argumentos de los medios que enfrentan esta ley. Pocas notas firmadas, un síntoma de que no es fácil reclutar afinidades aun en sus propios elencos. Y un abandono casi absoluto del razonamiento o del análisis minucioso. Se ostenta la rabia editorial, se muestran aliados de aquende o allende las fronteras, así sean corporaciones de mala fama, como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
La renuncia al espacio discursivo no ha de ser casual, es una opción. En el ágora, la polémica franca puede dejar mal parados a los damnificados. Por eso se elige la lógica de la “batalla campal”, por usar la calificación con que designó el senador Carlos Reutemann al conflicto del “campo”.
Los defensores de la ley son estigmatizados. No brotaron ayer, de una unidad básica recién creada. La mayoría proviene de un amplísimo movimiento social que insta la reforma, con enorme base en organizaciones no gubernamentales, radios y medios alternativos, universidades públicas y hasta algunas privadas.
El sentido común mediático describe a los académicos como “intelectuales K”, en tanto que los movimientos sociales que se embanderan son “ultrakirchneristas”. Todo un detalle: la condición de ultra sólo califica a los oficialistas. Ningún opositor es “ultra” nada. Ni el patotero Alfredo De Angeli ni el golpista Hugo Biolcati son ultrarruralistas. Tampoco es ultragolpista (ni siquiera golpista) Mariano Grondona, instigador, justificador y encubridor de todos los golpes de Estado de los últimos 55 años. Marcos Aguinis exalta la evasión fiscal, tampoco es ultra...
Sin embargo, vaya si hay ultras en la coalición del rechazo a la norma. Un vistazo a los diarios de ayer puede ser ilustrativo. Vaya, pues, una digresión parcial.
- - -
La efigie de la SIP: Vale la pena leer de cabo a rabo la necrológica, anónima, de Diana Julio de Massot, publicada ayer en La Nación. Su título (“Defensora infatigable de la prensa libre”) da cuenta de la valoración que merece. Su condición de miembro de número de la SIP y de Adepa es un dato resaltado. Hay algunos lugares comunes con que La Nación condecora a los defensores de la clase dominante y sus ideas. Lo que sorprenden, en su despojada brutalidad, son los elogios a su alineamiento político con todos los gobiernos antidemocráticos que asolaron este suelo. Vaya un párrafo como muestra: “Durante los años de fuerte influencia militar en las decisiones políticas argentinas, La Nueva Provincia constituyó el periódico de lectura insoslayable para conocer el pensamiento dominante en la Armada y sobre todo en el ámbito naval de Puerto Belgrano, Bahía Blanca y su zona de influencia”. Aclaremos, por si hace falta. Se la lisonjea por haber conducido un house organ de todas las dictaduras y por reflejar en la última el pensamiento vivo del genocida Emilio Massera. Esa noble influencia inspiró sin duda el editorial del 24 de marzo de 1976, evocado ayer en Página/12 por el periodista Diego Martínez. “Al enemigo es menester destruirlo allí donde se encuentre sabiendo que sobre su sangre redentora debe alzarse la segunda república”, escribían entonces los corifeos de la Armada.
Pasadas dos décadas y media de rutinas republicanas, la SIP y Adepa (una de cuyas figuras viene de fallecer) son vanguardia de la oposición a una norma democrática, defendiendo “infatigables” lo que ellos entienden como “prensa libre”.
- - -
El porotómetro: Así parezca un ritornello, una ley de calidad amerita un debate legislativo acorde. Las primeras reacciones muestran a varias fuerzas opositoras enardecidas, con poco ánimo de discutir constructivamente. El oficialismo deberá sumar trabajosamente los votos necesarios, no le será sencillo.
La planilla de asistencia del acto presidencial de ayer puede ser una señal de alineamientos futuros. Los gobernadores de Neuquén (Jorge Sapag, del MPN) y de Río Negro (Miguel Saiz, radical K) pegaron el faltazo. Tampoco estuvieron los gobernadores peronistas Juan Manuel Urtubey y Mario Das Neves. El salteño sigue cerca del oficialismo, el chubutense le muestra los dientes todo el tiempo. Sus diputados y senadores votaron a favor de las facultades delegadas, en defensa de la gobernabilidad y la sustentabilidad fiscal del gobierno central, que les conviene e interesa.
En materia de medios audiovisuales, su acompañamiento es menos seguro. El temor a la vendetta de los poderosos es un disuasivo. “No es un quilombo nuestro”, explican en confianza, aunque sin adelantar si enfrentarán al gobierno nacional, lo (justo es subrayar) que sería otro entuerto, de diferente naturaleza.
Con el aval de los partidos de centroizquierda en Diputados, quizá la clave del equilibrio parlamentario pase por el socialismo. El gobernador Hermes Binner ha apoyado desde el llano iniciativas afines a la que se tratará. El tono de la ley es progresista, consistente con el ethos del socialismo y hasta algún funcionario del gobierno santafesino participó en los foros ya mencionados, con actitud amigable. Binner sin duda estará tironeado por su prosapia progresista, por sus alineamientos previos versus la presión mediática y la de sus actuales aliados, que apoyan sin rubor a las corporaciones rurales y mediáticas.
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Jugar a más: La información es una riqueza que, como todas, está mal distribuida. Es también un atributo de la ciudadanía social, que no se puede reducir a un derecho del consumidor. Toda ampliación del espectro de emisores lo es también de los derechos republicanos, máxime si ganan terreno organizaciones sin fines de lucro.
Es una mutilación circunscribir la ampliación de ciudadanía de “Rosa de Caballito” o “Carlos de Lugano” a dejar un mensaje de 50 segundos en su radio favorita.
Comunicarse implica informarse e informar, escuchar y hacerse oír. La ampliación del espectro mediático con nuevos protagonistas es un objetivo de alta calidad institucional. Con un añadido digno de mención, que también preocupa a gobernadores de variadas camisetas. La vivacidad de la sociedad argentina, la tradición de su periodismo de trinchera y la de las radios comunitarias augura un nuevo escenario que no será complaciente ni seguidista con ningún gobierno.
Cunde entre nosotros la llamada “ley de Godwin”. Mike Godwin, lo parafraseamos, explicó que “a medida que una discusión se alarga la posibilidad de que se mencione a Hitler o al nazismo propende al ciento por ciento”. Hablaba del ágora informática, la mediática funciona de modo similar. La tendencia a la simplificación, al panfleto es una vertiente naturalizada de la comunicación de masas. En estas pampas, Hitler suele ser sustituido por Hugo Chávez. La apelación al cuco releva de cualquier razonamiento estructurado, de cualquier lectura fina de las circunstancias o de una ley parida en muchos años.
Mario Winfeld, periodista y abogado
Buenas y malas ondas.
El proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual entrado en el Congreso tiene 144 artículos, dotados de una profusa fundamentación, insólita para los usos parlamentarios actuales. Fue editado en un libro de casi 150 páginas, usado como disparador en foros realizados en todo el país. Esa dinámica previa le hace honor, su contenido también.
El texto no fue una invención del kirchnerismo. Sintetiza aportes oriundos de la sociedad civil y del mundo académico decantados en el último cuarto de siglo. Los sonados “21 puntos” cristalizaron parte de esa producción, también hubo proyectos de legisladores de varias bancadas, incluyendo a varios radicales, que fueron pioneros.
El cronista, que forma parte del pelotón que brega por esa norma desde que se inauguró la actual etapa democrática, considera que es un buen proyecto, de clara raigambre democrática e igualitaria. Un debate honesto podría mejorar zonas grises, errores o limitaciones. El cronista señala dos, a su criterio.
- El primero es la eventual amplitud de posibilidades abiertas a las telefónicas, que quizá no amerite borrarse de un plumazo, pero sí tener restricciones más ceñidas.
- El segundo alude a un objetivo encomiable, la protección a la producción nacional. Nada que objetar salvo que su definición es muy imprecisa.
Pasible de esas anotaciones o de otras, el proyecto avanza en aras de la libertad de información, de ampliar el espectro de emisores, de poner coto a los monopolios y oligopolios. No hay ninguna alusión, siquiera lateral, a la limitación de contenidos y sí varios artículos que defienden la libertad de expresión y la de los periodistas. Entre otras experiencias de otros países se recoge la de Defensoría del Público.
Desde luego, afecta poderes establecidos, que tienen razones y derecho de defender su patrimonio. Podrían hacerlo polemizando con calidad afín a la propuesta en cuestión. Eligen otro camino, el del poder desnudo.
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El poder y los ultras: Asombra la baja calidad de los argumentos de los medios que enfrentan esta ley. Pocas notas firmadas, un síntoma de que no es fácil reclutar afinidades aun en sus propios elencos. Y un abandono casi absoluto del razonamiento o del análisis minucioso. Se ostenta la rabia editorial, se muestran aliados de aquende o allende las fronteras, así sean corporaciones de mala fama, como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
La renuncia al espacio discursivo no ha de ser casual, es una opción. En el ágora, la polémica franca puede dejar mal parados a los damnificados. Por eso se elige la lógica de la “batalla campal”, por usar la calificación con que designó el senador Carlos Reutemann al conflicto del “campo”.
Los defensores de la ley son estigmatizados. No brotaron ayer, de una unidad básica recién creada. La mayoría proviene de un amplísimo movimiento social que insta la reforma, con enorme base en organizaciones no gubernamentales, radios y medios alternativos, universidades públicas y hasta algunas privadas.
El sentido común mediático describe a los académicos como “intelectuales K”, en tanto que los movimientos sociales que se embanderan son “ultrakirchneristas”. Todo un detalle: la condición de ultra sólo califica a los oficialistas. Ningún opositor es “ultra” nada. Ni el patotero Alfredo De Angeli ni el golpista Hugo Biolcati son ultrarruralistas. Tampoco es ultragolpista (ni siquiera golpista) Mariano Grondona, instigador, justificador y encubridor de todos los golpes de Estado de los últimos 55 años. Marcos Aguinis exalta la evasión fiscal, tampoco es ultra...
Sin embargo, vaya si hay ultras en la coalición del rechazo a la norma. Un vistazo a los diarios de ayer puede ser ilustrativo. Vaya, pues, una digresión parcial.
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La efigie de la SIP: Vale la pena leer de cabo a rabo la necrológica, anónima, de Diana Julio de Massot, publicada ayer en La Nación. Su título (“Defensora infatigable de la prensa libre”) da cuenta de la valoración que merece. Su condición de miembro de número de la SIP y de Adepa es un dato resaltado. Hay algunos lugares comunes con que La Nación condecora a los defensores de la clase dominante y sus ideas. Lo que sorprenden, en su despojada brutalidad, son los elogios a su alineamiento político con todos los gobiernos antidemocráticos que asolaron este suelo. Vaya un párrafo como muestra: “Durante los años de fuerte influencia militar en las decisiones políticas argentinas, La Nueva Provincia constituyó el periódico de lectura insoslayable para conocer el pensamiento dominante en la Armada y sobre todo en el ámbito naval de Puerto Belgrano, Bahía Blanca y su zona de influencia”. Aclaremos, por si hace falta. Se la lisonjea por haber conducido un house organ de todas las dictaduras y por reflejar en la última el pensamiento vivo del genocida Emilio Massera. Esa noble influencia inspiró sin duda el editorial del 24 de marzo de 1976, evocado ayer en Página/12 por el periodista Diego Martínez. “Al enemigo es menester destruirlo allí donde se encuentre sabiendo que sobre su sangre redentora debe alzarse la segunda república”, escribían entonces los corifeos de la Armada.
Pasadas dos décadas y media de rutinas republicanas, la SIP y Adepa (una de cuyas figuras viene de fallecer) son vanguardia de la oposición a una norma democrática, defendiendo “infatigables” lo que ellos entienden como “prensa libre”.
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El porotómetro: Así parezca un ritornello, una ley de calidad amerita un debate legislativo acorde. Las primeras reacciones muestran a varias fuerzas opositoras enardecidas, con poco ánimo de discutir constructivamente. El oficialismo deberá sumar trabajosamente los votos necesarios, no le será sencillo.
La planilla de asistencia del acto presidencial de ayer puede ser una señal de alineamientos futuros. Los gobernadores de Neuquén (Jorge Sapag, del MPN) y de Río Negro (Miguel Saiz, radical K) pegaron el faltazo. Tampoco estuvieron los gobernadores peronistas Juan Manuel Urtubey y Mario Das Neves. El salteño sigue cerca del oficialismo, el chubutense le muestra los dientes todo el tiempo. Sus diputados y senadores votaron a favor de las facultades delegadas, en defensa de la gobernabilidad y la sustentabilidad fiscal del gobierno central, que les conviene e interesa.
En materia de medios audiovisuales, su acompañamiento es menos seguro. El temor a la vendetta de los poderosos es un disuasivo. “No es un quilombo nuestro”, explican en confianza, aunque sin adelantar si enfrentarán al gobierno nacional, lo (justo es subrayar) que sería otro entuerto, de diferente naturaleza.
Con el aval de los partidos de centroizquierda en Diputados, quizá la clave del equilibrio parlamentario pase por el socialismo. El gobernador Hermes Binner ha apoyado desde el llano iniciativas afines a la que se tratará. El tono de la ley es progresista, consistente con el ethos del socialismo y hasta algún funcionario del gobierno santafesino participó en los foros ya mencionados, con actitud amigable. Binner sin duda estará tironeado por su prosapia progresista, por sus alineamientos previos versus la presión mediática y la de sus actuales aliados, que apoyan sin rubor a las corporaciones rurales y mediáticas.
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Jugar a más: La información es una riqueza que, como todas, está mal distribuida. Es también un atributo de la ciudadanía social, que no se puede reducir a un derecho del consumidor. Toda ampliación del espectro de emisores lo es también de los derechos republicanos, máxime si ganan terreno organizaciones sin fines de lucro.
Es una mutilación circunscribir la ampliación de ciudadanía de “Rosa de Caballito” o “Carlos de Lugano” a dejar un mensaje de 50 segundos en su radio favorita.
Comunicarse implica informarse e informar, escuchar y hacerse oír. La ampliación del espectro mediático con nuevos protagonistas es un objetivo de alta calidad institucional. Con un añadido digno de mención, que también preocupa a gobernadores de variadas camisetas. La vivacidad de la sociedad argentina, la tradición de su periodismo de trinchera y la de las radios comunitarias augura un nuevo escenario que no será complaciente ni seguidista con ningún gobierno.
Cunde entre nosotros la llamada “ley de Godwin”. Mike Godwin, lo parafraseamos, explicó que “a medida que una discusión se alarga la posibilidad de que se mencione a Hitler o al nazismo propende al ciento por ciento”. Hablaba del ágora informática, la mediática funciona de modo similar. La tendencia a la simplificación, al panfleto es una vertiente naturalizada de la comunicación de masas. En estas pampas, Hitler suele ser sustituido por Hugo Chávez. La apelación al cuco releva de cualquier razonamiento estructurado, de cualquier lectura fina de las circunstancias o de una ley parida en muchos años.
LOS DUROS GOLPES DEL 16 DE SETIEMBRE CONTRA EL PUEBLO
LOS DUROS GOLPES DEL 16 DE SETIEMBRE CONTRA EL PUEBLO
Para el pueblo argentino, el 16 de setiembre, a pesar de estar próxima al comienzo de la estación más linda del año, la esperada primavera, resulta muy cara a sus sentimientos, puesto que ese día, se produjeron tristes acontecimientos, que marcaron a fuego nuestra historia: la interrupción del gobierno nacional y popular del Gral. Perón, a través de un cruento golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora”; en la madrugada de ese día de 1974, los asesinatos del ex Gobernador de Córdoba “negro” Atilio López, un luchador y auténtico representante sindical, junto a su amigo y compañero el contador José Varas, acribillados por la Triple A; y en La Plata, en horas de la madrugada de ese mismo día pero de 1976, el secuestro y la desaparición de jóvenes estudiantes secundarios, hecho conocido como la “Noche de los Lápices”.
Un 16 de setiembre de 1955, después de otros golpes frustrados, entre los que se contó con la participación del general Benjamín Menéndez, apellido “tristemente célebre” por su historia golpista, se producen levantamientos militares en distintos puntos del país, con una proclama desde Córdoba, que incita a luchar hasta el fin, y cuenta con el apoyo de la marina, a cargo del vicealmirante Isaac Rojas, luego designado vicepresidente, y los comandos civiles armados, nexos con los golpistas, y la colaboración y en el menor de los casos el silencio cómplice de integrantes de los otros partidos políticos…, la que se autodenominó “Revolución Libertadora”, que restauró el poder de la oligarquía conservadora, aliada económica y políticamente al imperio norteamericano, dirigida por el “nacionalista católico” Gral. Eduardo Lonardi, quien asume la presidencia de facto, con la famosa frase “ni vencedores, ni vencidos”, lo cual provoca diferencias y antagonismos, durando sólo 52 días, para luego ser reemplazado por un golpe palaciego efectuado por el “liberal” Gral. Pedro Eugenio Aramburu, transformándose lisa y llanamente en “Revolución Fusiladora”, con la intervención de los sindicatos y la CGT, la proscripción del peronismo, la derogación de la Constitución de 1949, los fusilamientos del Gral. Juan José Valle, Cogorno, entre otros…y de varios civiles en el basural de José León Suárez, para enumerar algunos hechos más trascendentes. Las atrocidades cometidas por ese golpe y los que se sucedieron potenciándose, deberían hacernos tomar conciencia, sobre la importancia de la defensa de la democracia, ante cualquier intento golpista.
Unos cuantos años después, a los asesinatos del Padre Carlos Mujica y el Diputado Ortega Peña, entre otros…, en aquella mañana del 16 de setiembre de 1974, solos e indefensos, muren acribillados el “negro” Atilio López, junto a José Varas, sumándole otro crimen, a los cometidos por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) dirigida por el miserable y embustero López Rega. El “negro” Atilio López, un auténtico militante del campo nacional y popular, defensor inclaudicable de la noble causa de los trabajadores y de los oprimidos, participó en la Resistencia Peronista; un comprometido dirigente sindical, líder de la legendaria Unión Tranviarios Automotor, llegó a ser Secretario General de la CGT Córdoba; sin dudarlo, durante la dictadura de Onganía, Junto a l dirigente Raimundo Ongaro, protagonizó el plan de lucha de la CGT de los Argentinos, siendo uno de los principales referentes; y junto con Elpidio Torres y Agustín Tosco, fue decisivo en la gesta popular del “Cordobazo”, transformándose luego con la vuelta de la democracia, en el primer y único representante del Movimiento Obrero, electo Vicegobernador de Córdoba, junto a Obregón Cano, hasta el “Navarrazo” que lo despojó del poder. El asesinato del “negro” Atilio, un inquebrantable líder de masas con vocación de lucha, los personeros de la antipatria asestaron un certero golpe al movimiento nacional y popular, prenunciando el genocidio del 24 de Marzo de 1976. Su conducta y su ejemplo de vida, nos compromete una vez más, a sumar esfuerzos en la reconstrucción del movimiento nacional y popular.
En plena dictadura genocida, autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”, en la madrugada del 16 de setiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, son secuestrados, torturados y desaparecidos, un grupo de jóvenes estudiantes cuyas edades oscilaban entre 16 y 18 años, casi todos integrantes de la Unión de Estudiantes Secundarios, permaneciendo varios desaparecidos hasta la fecha(Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro) y otros que lograron sobrevivir(Gustavo Calotti, Emilse Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz, cuyo testimonio ha sido fundamental para la reconstrucción y denuncia de los hechos, además de participar en el juicio a la Juntas Militares y el rodaje de la película), por reclamar por la reinstalación del boleto estudiantil secundario, suprimido por la última dictadura militar, hecho que pasó a la historia como “La noche de los lápices”. Cabe acotar que entre los miles de desaparecidos de esa época, se cuentan más de 250 los adolescentes que tenían entre 13 y 18 años. Partiendo de la premisa de que “son deberes de un pueblo, defender sus derechos”, el accionar de estos jóvenes, constituyen un claro ejemplo de participación estudiantil y defensa de sus derechos, a los cuales la ciudadanía debe rendirle un merecido homenaje.
A varios años de aquellos tristes acontecimientos, los cuales nos deberían haber dejado enseñanzas, algunos diputados y senadores elegidos por el pueblo, coincidiendo con o siendo parte de lo más reaccionario del país y por su fanatismo anti K, o respondiendo a intereses de corporaciones antipopulares, transformándose una vez más en productos de campañas mediáticas, pretenden frenar el carro de la historia, negándose a cambiar una “ley de radiodifusión” de la dictadura, que sólo beneficia a unos pocos. Con excusas y artilugios inexplicables, se niegan a discutir y aportar modificaciones para la sanción de una “nueva ley de medios audiovisuales”, que aún con errores, beneficiaría a la mayoría de los argentinos, debido a que pone límites y es antimonopólica; posibilita la participación de sectores marginados, entre ellas los pueblos originarios; fomenta la educación, protegiendo a la infancia y a la niñez, fomenta el cine argentino, la producción local, regional y nacional…. Esta negativa nos induce a pensar que necesitan ocultar sus intereses antipopulares, su cobardía ante la presión o el recibo de “coimas”. Su actitud coincide, y por eso se juntan, con la inmoralidad, la traición y estafa al pueblo, de forma manifiesta, y en determinados momentos asumiendo actitudes que podrían definirse como golpistas, de quien fuera votado para acompañar en la fórmula presidencial, para la ejecución de un programa de gobierno nacional y popular, del cual hoy reniega… ¡Quién traiciona una vez, lo va a repetir tantas veces, de acuerdo a su conveniencia!
Realdo Santiago GASTALDI
Secretario General –Córdoba-
MOVIMIENTO DE UNIDAD POPULAR
FRENTE PARA LA VICTORIA
Para el pueblo argentino, el 16 de setiembre, a pesar de estar próxima al comienzo de la estación más linda del año, la esperada primavera, resulta muy cara a sus sentimientos, puesto que ese día, se produjeron tristes acontecimientos, que marcaron a fuego nuestra historia: la interrupción del gobierno nacional y popular del Gral. Perón, a través de un cruento golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora”; en la madrugada de ese día de 1974, los asesinatos del ex Gobernador de Córdoba “negro” Atilio López, un luchador y auténtico representante sindical, junto a su amigo y compañero el contador José Varas, acribillados por la Triple A; y en La Plata, en horas de la madrugada de ese mismo día pero de 1976, el secuestro y la desaparición de jóvenes estudiantes secundarios, hecho conocido como la “Noche de los Lápices”.
Un 16 de setiembre de 1955, después de otros golpes frustrados, entre los que se contó con la participación del general Benjamín Menéndez, apellido “tristemente célebre” por su historia golpista, se producen levantamientos militares en distintos puntos del país, con una proclama desde Córdoba, que incita a luchar hasta el fin, y cuenta con el apoyo de la marina, a cargo del vicealmirante Isaac Rojas, luego designado vicepresidente, y los comandos civiles armados, nexos con los golpistas, y la colaboración y en el menor de los casos el silencio cómplice de integrantes de los otros partidos políticos…, la que se autodenominó “Revolución Libertadora”, que restauró el poder de la oligarquía conservadora, aliada económica y políticamente al imperio norteamericano, dirigida por el “nacionalista católico” Gral. Eduardo Lonardi, quien asume la presidencia de facto, con la famosa frase “ni vencedores, ni vencidos”, lo cual provoca diferencias y antagonismos, durando sólo 52 días, para luego ser reemplazado por un golpe palaciego efectuado por el “liberal” Gral. Pedro Eugenio Aramburu, transformándose lisa y llanamente en “Revolución Fusiladora”, con la intervención de los sindicatos y la CGT, la proscripción del peronismo, la derogación de la Constitución de 1949, los fusilamientos del Gral. Juan José Valle, Cogorno, entre otros…y de varios civiles en el basural de José León Suárez, para enumerar algunos hechos más trascendentes. Las atrocidades cometidas por ese golpe y los que se sucedieron potenciándose, deberían hacernos tomar conciencia, sobre la importancia de la defensa de la democracia, ante cualquier intento golpista.
Unos cuantos años después, a los asesinatos del Padre Carlos Mujica y el Diputado Ortega Peña, entre otros…, en aquella mañana del 16 de setiembre de 1974, solos e indefensos, muren acribillados el “negro” Atilio López, junto a José Varas, sumándole otro crimen, a los cometidos por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) dirigida por el miserable y embustero López Rega. El “negro” Atilio López, un auténtico militante del campo nacional y popular, defensor inclaudicable de la noble causa de los trabajadores y de los oprimidos, participó en la Resistencia Peronista; un comprometido dirigente sindical, líder de la legendaria Unión Tranviarios Automotor, llegó a ser Secretario General de la CGT Córdoba; sin dudarlo, durante la dictadura de Onganía, Junto a l dirigente Raimundo Ongaro, protagonizó el plan de lucha de la CGT de los Argentinos, siendo uno de los principales referentes; y junto con Elpidio Torres y Agustín Tosco, fue decisivo en la gesta popular del “Cordobazo”, transformándose luego con la vuelta de la democracia, en el primer y único representante del Movimiento Obrero, electo Vicegobernador de Córdoba, junto a Obregón Cano, hasta el “Navarrazo” que lo despojó del poder. El asesinato del “negro” Atilio, un inquebrantable líder de masas con vocación de lucha, los personeros de la antipatria asestaron un certero golpe al movimiento nacional y popular, prenunciando el genocidio del 24 de Marzo de 1976. Su conducta y su ejemplo de vida, nos compromete una vez más, a sumar esfuerzos en la reconstrucción del movimiento nacional y popular.
En plena dictadura genocida, autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional”, en la madrugada del 16 de setiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, son secuestrados, torturados y desaparecidos, un grupo de jóvenes estudiantes cuyas edades oscilaban entre 16 y 18 años, casi todos integrantes de la Unión de Estudiantes Secundarios, permaneciendo varios desaparecidos hasta la fecha(Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro) y otros que lograron sobrevivir(Gustavo Calotti, Emilse Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz, cuyo testimonio ha sido fundamental para la reconstrucción y denuncia de los hechos, además de participar en el juicio a la Juntas Militares y el rodaje de la película), por reclamar por la reinstalación del boleto estudiantil secundario, suprimido por la última dictadura militar, hecho que pasó a la historia como “La noche de los lápices”. Cabe acotar que entre los miles de desaparecidos de esa época, se cuentan más de 250 los adolescentes que tenían entre 13 y 18 años. Partiendo de la premisa de que “son deberes de un pueblo, defender sus derechos”, el accionar de estos jóvenes, constituyen un claro ejemplo de participación estudiantil y defensa de sus derechos, a los cuales la ciudadanía debe rendirle un merecido homenaje.
A varios años de aquellos tristes acontecimientos, los cuales nos deberían haber dejado enseñanzas, algunos diputados y senadores elegidos por el pueblo, coincidiendo con o siendo parte de lo más reaccionario del país y por su fanatismo anti K, o respondiendo a intereses de corporaciones antipopulares, transformándose una vez más en productos de campañas mediáticas, pretenden frenar el carro de la historia, negándose a cambiar una “ley de radiodifusión” de la dictadura, que sólo beneficia a unos pocos. Con excusas y artilugios inexplicables, se niegan a discutir y aportar modificaciones para la sanción de una “nueva ley de medios audiovisuales”, que aún con errores, beneficiaría a la mayoría de los argentinos, debido a que pone límites y es antimonopólica; posibilita la participación de sectores marginados, entre ellas los pueblos originarios; fomenta la educación, protegiendo a la infancia y a la niñez, fomenta el cine argentino, la producción local, regional y nacional…. Esta negativa nos induce a pensar que necesitan ocultar sus intereses antipopulares, su cobardía ante la presión o el recibo de “coimas”. Su actitud coincide, y por eso se juntan, con la inmoralidad, la traición y estafa al pueblo, de forma manifiesta, y en determinados momentos asumiendo actitudes que podrían definirse como golpistas, de quien fuera votado para acompañar en la fórmula presidencial, para la ejecución de un programa de gobierno nacional y popular, del cual hoy reniega… ¡Quién traiciona una vez, lo va a repetir tantas veces, de acuerdo a su conveniencia!
Realdo Santiago GASTALDI
Secretario General –Córdoba-
MOVIMIENTO DE UNIDAD POPULAR
FRENTE PARA LA VICTORIA
Carta de Mempo Giardinelli a Pino Solanas
Carta al compañero Pino
Por Mempo Giardinelli
Estimado Pino: Aunque nunca nos vimos, estuve siempre cerca suyo, por lo menos desde La hora de los hornos. Lo acompañé después, cuando el antimenemismo. Admiré su cine, apoyé su gestión legislativa y hasta hice guardia en la vereda del sanatorio de la calle José Hernández cuando lo balearon cobardemente. Le escribo desde estos humildes pergaminos y desde la simpatía que me produjo su retorno a la política. Y aunque no vivo en Buenos Aires, probablemente hubiese estado entre los que alentaban su acercamiento a Carlos Heller para las elecciones del 28 de junio, que pudieron significar –de haber ido juntos– la sepultura del macrismo.
Estas líneas son para decirle que ahora tiene usted razón en casi todo lo que plantea en la tele: nacionalizar Telecom; garantizar que con los dineros públicos no se hagan negocios privados y muchas otras, casi todas sensatas, anheladas y compartibles. Tiene razón también al fustigar al kirchnerismo en sus desprolijidades, oscuridades y posibles corruptelas. Aunque yo creo que usted exagera cuando los compara con el menemato, porque no son lo mismo. Hay enormes diferencias y le voy a dar sólo tres ejemplos, para no abundar: los K fueron erráticos y desacertados con la propuesta del Tren Bala felizmente congelada (yo escribí en este diario al respecto), pero no fueron los que desmantelaron los ferrocarriles. Los K son esquivos y tienen doble discurso, pero a la Corte Suprema la adecentaron ellos, mientras que Menem instaló y mantuvo allí a una especie de pandilla adicta. Los K llevan adelante una política de Defensa ejemplar, como nadie llevó en este país en democracia. Y tenemos hoy una Ley Nacional de Educación que vino a sustituir la destructora Ley Federal de Menem, Decibe y García Solá.
Son más de tres ejemplos, y dejo de lado una política de derechos humanos como millones de compatriotas, y supongo que usted también, siempre quisimos por lo menos desde 1983. La cual es muchas veces más declarativa que efectiva, desde ya, pero innegablemente permitió avances extraordinarios en el más árido y dificultoso terreno de la recuperación democrática.
Por favor, Pino, no se le ocurra simplificar esto acusándome de kirchnerista, porque no lo soy. Tampoco formo parte de la Carta Abierta de intelectuales, ni tengo amigos en el poder, ni me deben ni debo favores. En 2003 no voté a Kirchner y en 2007 sí voté a Cristina, como lo hicieron millones de argentinos/as que ya veíamos el avance de toro furioso de una derecha conservadora que –lo viene probando– es capaz de decir y hacer absolutamente cualquier cosa.
O sea que le hablo –le escribo– como un simple compatriota, independiente a rabiar, ni sé si de izquierda, que tiene la posibilidad de hacer público su pensamiento. Y que se siente alarmado por lo que considera su ceguera, Pino. La suya y la de algunos de sus respetados compañeros más cercanos.
No se ofenda, que la ceguera no es insulto. Es simplemente la imposibilidad de ver. Y a mí me parece, dicho sea con todo respeto, que usted no ve por lo menos lo siguiente:
1. Que éste es un proyecto superador, aunque tenga puntos cuestionables. Hoy nuestro país tiene la oportunidad de sancionar un régimen nuevo, infinitamente mejor que el horrible mamarracho que es la ley de Videla. Le recuerdo, al respecto, que si usted y los que le responden no votan esta ley, de hecho y aunque quieran diferenciarse, serán responsables de que sigamos regidos por esa ley infame, la 22.285 de la dictadura.
2. Que a millones de compatriotras nos importa un pito la pelea entre Clarín y Néstor K. Pero sí nos importa que esta será una ley antimonopólica. Abre espacios a la participación de sectores marginados (y tiene usted razón en que por esa puerta pasarán las fundaciones de las grandes empresas, pero en la Argentina hay miles de fundaciones serias y honradas, dicho sea advirtiendo que la que yo presido no tiene el menor interés en ser de la partida). Pone límites como nunca los hubo, y aunque es verdad que es oscura la autoridad de aplicación, le recuerdo que hoy ni siquiera hay autoridad, pues lo que hubo hasta ahora fue un Comfer idiota. Protege a la infancia y la niñez. Fomenta el cine argentino y la producción nacional. Y respecto de las telefónicas, el tema parece haber quedado resuelto ayer.
Entonces, ¿cómo oponerse, Pino? ¿No se da cuenta a quién/quiénes va a favorecer el rechazo de esta ley? ¿Cómo van a hacer después sus diputados, una vez diferenciados del Gobierno, para diferenciarse de cívicos y republicanos que están más ciegos que Polifemo y que por desdicha no saben lo que hacen, escupiendo sobre sus historias y sus trayectorias?
¿Cómo es posible que el fanatismo anti K los lleve a coincidir con lo más reaccionario del país, esos sectores que siempre frenan el carro de la Historia? Y no es que los K signifiquen la modernidad –Dios libre y guarde–, pero ésta no es “la ley K” que dicen los cartelitos bajo los que usted habla en los muchos programas a los que ahora lo invitan. Esta ley es de cientos de organizaciones y de miles de personas y comunicadores que venimos luchando y haciendo docencia desde hace muchos años. Sería bueno que eso se respetara; que usted y los diputados que le son leales lo tuvieran en cuenta.
Porque es necesaria esta ley, aun con sus errores, Pino. Por más que usted tenga razón en casi todo lo que cuestiona, hay algo que es seguro: para el pueblo argentino nada va a estar peor con ella, y muchísimas cosas tendrán mejores posibilidades. Pero todo va a ser mucho peor si la rechazan.
Dios o el destino, o el ignoto Ojalá quieran que usted y los suyos no se equivoquen. Porque va a ser un error fiero. De consecuencias peores que cualquiera que usted imagine para este país después de esta ley.
Un saludo atento, respetuoso y cordial.
Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/1-131800-2009-09-15.html
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Frente Político y Territorial Evita, Grupo "Imprenta", Militancia Federal, Movimiento Evita, Kirchnerismo Calamuchitano, Agrupación Atilio López, Agrupación Marechal en el Peronismo de la Victoria, Peronismo Militante-Megafón, Proyecto Popular Río IV, " La Cámpora", Movimiento Peronista 26 de Julio; Movimiento Popular Libertador San Martín (cba) del Frente Transversal Nacional y Popular; Movimiento de Unidad Popular (M.U.P.); Movimiento Octubres - Córdoba
Desde este espacio difundimos lo que va produciendo la gente como forma de aportar a la consolidación del Proyecto Nacional y Popular revitalizado en nuestra patria a partir del año 2003 con la asunción del Compañero Néstor Kirchner.
Entendemos que debemos esforzarnos por generar caminos populares de debate y de difusión de las propuestas nacionales, pues la prensa en general está al servicio de los intereses de la antipatria.
Porque como decía Jauretche, “Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir que lo nacional y popular tenga medios de expresión. Esto es lo que se llama aquí libertad de prensa”.
Final del formulario
Desde aquí recomendamos leer Página 12, escuchar Radio Nacional y Radio Cooperativa AM. 740 (http://www.am740.com.ar/) ; los noticieros de canal 7; los programas del canal Encuentro; leer http://www.politicaymedios.com ; http://www.diariomardeajo.com.ar/
Y en la Web, recomendamos: http://peronismocordobes.blogspot.com/ ; http://juventudperonista13.com.ar/ http://www.argentinaparatodos.com; http://nacionalypopular.com/ http://www.elargentino.com/ http://www.agenciaelnaciente.com.ar ; La Web del Movimiento Octubres: www.octubres.org.ar; una excelente revista digital: www.redaccionpopular.com ; http://www.prensared.com.ar/ la agencia de noticias del CISPREN; http://www.enriquelacolla.com/sitio/index.php, la precisa página de Enrique Lacolla y una buena radio en vivo con pagina Web: http://www.radiotvfederal.com; ; www.26dejulio.org.ar
Blogs Militantes: Un Blog para información técnica precisa: http://datosduros.blogspot.com/
El Blog de Proyecto Popular de Río IV: http://lacorrienterioiv.fullblog.com.ar/?topico=General
Una amplísima Biblioteca de buen material: http://labibliotecapacourondo.blogspot.com/ http://www.derechoshumanosxjaviergarin.blogspot.com/; Movimiento Universitario Descamisados Córdoba http://www.mudcba.blogspot.com/; http://www.lacopla.org.ar/
El Blog de Carta Abierta Córdoba: http://cartaabiertacordoba.blogspot.com ; www.26dejulio.org.ar
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http://kirchnerista.blogspot.com/ ; http://kalmakampokaminemos.blogspot.com/ www.fpt-evita-cordoba.blogspot.com ; www.jupbsas.blogspot.com ; La imperdible Nac y Pop: http://nacionalypopular.com/; un blog de San Luis: http://www.populardesanluis.blogspot.com/ http://www.despiertaamericalatina.blogspot.com/
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Página sobre la ley de Servicios de Medios Audiovisuales : http://www.argentina.ar/hablemostodos/
Promovamos el consumo de bienes fabricados en nuestro país.
Por Mempo Giardinelli
Estimado Pino: Aunque nunca nos vimos, estuve siempre cerca suyo, por lo menos desde La hora de los hornos. Lo acompañé después, cuando el antimenemismo. Admiré su cine, apoyé su gestión legislativa y hasta hice guardia en la vereda del sanatorio de la calle José Hernández cuando lo balearon cobardemente. Le escribo desde estos humildes pergaminos y desde la simpatía que me produjo su retorno a la política. Y aunque no vivo en Buenos Aires, probablemente hubiese estado entre los que alentaban su acercamiento a Carlos Heller para las elecciones del 28 de junio, que pudieron significar –de haber ido juntos– la sepultura del macrismo.
Estas líneas son para decirle que ahora tiene usted razón en casi todo lo que plantea en la tele: nacionalizar Telecom; garantizar que con los dineros públicos no se hagan negocios privados y muchas otras, casi todas sensatas, anheladas y compartibles. Tiene razón también al fustigar al kirchnerismo en sus desprolijidades, oscuridades y posibles corruptelas. Aunque yo creo que usted exagera cuando los compara con el menemato, porque no son lo mismo. Hay enormes diferencias y le voy a dar sólo tres ejemplos, para no abundar: los K fueron erráticos y desacertados con la propuesta del Tren Bala felizmente congelada (yo escribí en este diario al respecto), pero no fueron los que desmantelaron los ferrocarriles. Los K son esquivos y tienen doble discurso, pero a la Corte Suprema la adecentaron ellos, mientras que Menem instaló y mantuvo allí a una especie de pandilla adicta. Los K llevan adelante una política de Defensa ejemplar, como nadie llevó en este país en democracia. Y tenemos hoy una Ley Nacional de Educación que vino a sustituir la destructora Ley Federal de Menem, Decibe y García Solá.
Son más de tres ejemplos, y dejo de lado una política de derechos humanos como millones de compatriotas, y supongo que usted también, siempre quisimos por lo menos desde 1983. La cual es muchas veces más declarativa que efectiva, desde ya, pero innegablemente permitió avances extraordinarios en el más árido y dificultoso terreno de la recuperación democrática.
Por favor, Pino, no se le ocurra simplificar esto acusándome de kirchnerista, porque no lo soy. Tampoco formo parte de la Carta Abierta de intelectuales, ni tengo amigos en el poder, ni me deben ni debo favores. En 2003 no voté a Kirchner y en 2007 sí voté a Cristina, como lo hicieron millones de argentinos/as que ya veíamos el avance de toro furioso de una derecha conservadora que –lo viene probando– es capaz de decir y hacer absolutamente cualquier cosa.
O sea que le hablo –le escribo– como un simple compatriota, independiente a rabiar, ni sé si de izquierda, que tiene la posibilidad de hacer público su pensamiento. Y que se siente alarmado por lo que considera su ceguera, Pino. La suya y la de algunos de sus respetados compañeros más cercanos.
No se ofenda, que la ceguera no es insulto. Es simplemente la imposibilidad de ver. Y a mí me parece, dicho sea con todo respeto, que usted no ve por lo menos lo siguiente:
1. Que éste es un proyecto superador, aunque tenga puntos cuestionables. Hoy nuestro país tiene la oportunidad de sancionar un régimen nuevo, infinitamente mejor que el horrible mamarracho que es la ley de Videla. Le recuerdo, al respecto, que si usted y los que le responden no votan esta ley, de hecho y aunque quieran diferenciarse, serán responsables de que sigamos regidos por esa ley infame, la 22.285 de la dictadura.
2. Que a millones de compatriotras nos importa un pito la pelea entre Clarín y Néstor K. Pero sí nos importa que esta será una ley antimonopólica. Abre espacios a la participación de sectores marginados (y tiene usted razón en que por esa puerta pasarán las fundaciones de las grandes empresas, pero en la Argentina hay miles de fundaciones serias y honradas, dicho sea advirtiendo que la que yo presido no tiene el menor interés en ser de la partida). Pone límites como nunca los hubo, y aunque es verdad que es oscura la autoridad de aplicación, le recuerdo que hoy ni siquiera hay autoridad, pues lo que hubo hasta ahora fue un Comfer idiota. Protege a la infancia y la niñez. Fomenta el cine argentino y la producción nacional. Y respecto de las telefónicas, el tema parece haber quedado resuelto ayer.
Entonces, ¿cómo oponerse, Pino? ¿No se da cuenta a quién/quiénes va a favorecer el rechazo de esta ley? ¿Cómo van a hacer después sus diputados, una vez diferenciados del Gobierno, para diferenciarse de cívicos y republicanos que están más ciegos que Polifemo y que por desdicha no saben lo que hacen, escupiendo sobre sus historias y sus trayectorias?
¿Cómo es posible que el fanatismo anti K los lleve a coincidir con lo más reaccionario del país, esos sectores que siempre frenan el carro de la Historia? Y no es que los K signifiquen la modernidad –Dios libre y guarde–, pero ésta no es “la ley K” que dicen los cartelitos bajo los que usted habla en los muchos programas a los que ahora lo invitan. Esta ley es de cientos de organizaciones y de miles de personas y comunicadores que venimos luchando y haciendo docencia desde hace muchos años. Sería bueno que eso se respetara; que usted y los diputados que le son leales lo tuvieran en cuenta.
Porque es necesaria esta ley, aun con sus errores, Pino. Por más que usted tenga razón en casi todo lo que cuestiona, hay algo que es seguro: para el pueblo argentino nada va a estar peor con ella, y muchísimas cosas tendrán mejores posibilidades. Pero todo va a ser mucho peor si la rechazan.
Dios o el destino, o el ignoto Ojalá quieran que usted y los suyos no se equivoquen. Porque va a ser un error fiero. De consecuencias peores que cualquiera que usted imagine para este país después de esta ley.
Un saludo atento, respetuoso y cordial.
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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elpais/1-131800-2009-09-15.html
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Frente Político y Territorial Evita, Grupo "Imprenta", Militancia Federal, Movimiento Evita, Kirchnerismo Calamuchitano, Agrupación Atilio López, Agrupación Marechal en el Peronismo de la Victoria, Peronismo Militante-Megafón, Proyecto Popular Río IV, " La Cámpora", Movimiento Peronista 26 de Julio; Movimiento Popular Libertador San Martín (cba) del Frente Transversal Nacional y Popular; Movimiento de Unidad Popular (M.U.P.); Movimiento Octubres - Córdoba
Desde este espacio difundimos lo que va produciendo la gente como forma de aportar a la consolidación del Proyecto Nacional y Popular revitalizado en nuestra patria a partir del año 2003 con la asunción del Compañero Néstor Kirchner.
Entendemos que debemos esforzarnos por generar caminos populares de debate y de difusión de las propuestas nacionales, pues la prensa en general está al servicio de los intereses de la antipatria.
Porque como decía Jauretche, “Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir que lo nacional y popular tenga medios de expresión. Esto es lo que se llama aquí libertad de prensa”.
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Promovamos el consumo de bienes fabricados en nuestro país.
Difundimos la Carta Abierta Nº 6
Jueves, 20 de Agosto de 2009
En la esquina de Defensa e Independencia
No somos mujeres y hombres del escándalo, nuestras conciencias no son saltimbanquis de la alarma. Al contrario: los hechos graves como el de la pobreza de amplios sectores de la población nos atañen. La pobreza atañe al fondo último de nuestros compromisos, la idea de igualdad, nuestras antiguas y recientes militancias. Nos compete, nos atraviesa. Por eso podemos decir: no nos escandaliza. El escándalo es gesto espectacular y ademán avieso. El rostro de los pobres se vuelve superficie de inscripción de llamados evangélicos, sacralidades disponibles, obsceno plano televisivo y objeto de malversación política. Nos atañen tanto las vidas dañadas por la miseria como su circulación en un imaginario que las despoja de creación, potencia y libertad.
Un presidente que desguazó las anteriores tramas sociales pudo decir “pobres habrá siempre” mientras creaba las condiciones para un inédito hundimiento de los salarios y los empleos. La conmoción del 2001 hizo visibles a contingentes de desocupados que habían encontrado en su exclusión el ímpetu para un descubrimiento de sus propias facultades organizativas y políticas. El gobierno iniciado en 2003 pensó al trabajo como una vía de recuperación de la dignidad para los desposeídos. Expansión del empleo y paritarias fueron las llaves precisas y, a la vez, el horizonte deseado. Detenido el ciclo, en la tormenta del mundo, la pobreza se hizo tópico de lo irresuelto. También, núcleo rutilante de una confrontación que es necesario deshojar.
En una iglesia de Liniers, en los palacios vaticanos, en los palcos ruralistas y en los grandes medios se agitan hilos que provienen del mismo ovillo. Ovillo que es idea: es posible aunar la mayor riqueza –dada por la propiedad privada de ciertos recursos- con la asistencia caritativa a los más pobres. Campo y Cáritas. Soja y comedor popular. Para que ese enlace sea fructífero y económico debe prescindir de lo que es visto como poder coercitivo y expoliador: el Estado. Y también del enlace de la cuestión de la pobreza con los temas de la justicia y la igualdad. Pobres habrá siempre, para atenderlos está Cáritas. La limosna es la vía celeste para unos y la sobrevivencia menoscabada para otros. Contra ella es necesario volver a situar la defensa de lo público, el engarce de la cuestión social con otros modos de la justicia y la apuesta no a la victimización de lo popular sino a su recreación política.
¿La justicia pendiente del presente no está ligada a la justicia respecto de un pasado criminal? ¿No está la deuda social impaga vinculada a una renovada reflexión sobre las condiciones de una redistribución del ingreso que afecte no sólo a los trabajadores en blanco? ¿Es posible encarar medidas imprescindibles, como un plan orientado a la resolución de las necesidades alimentarias de la población, que tenga alcance nacional y solidez nutricional, sin herramientas impositivas y recaudatorias? Sin retenciones hay limosna. Con retenciones: debate público y politización.
Decir eso suena a mala palabra: ¡quiénes son los extraviados que en el contexto de un ataque masivo a la política reclaman mayor politización! Nosotros: en la intersección, ya lo decimos, de Defensa e Independencia. En otras esquinas priman otros tonos: la indignación y la sospecha. El hombre típico de Corrientes y Esmeralda es hoy alguien que sospecha. Alguien que ve, tras los discursos y los valores de la política, una razón oscura que sería su verdadero sentido. Una razón material, crematística, que funcionaría como hilo explicativo de toda conducta pública. ¡Quién les paga!, es el grito de guerra en una Argentina con una larga devastación de las conductas políticas. Contemporáneo a ese sentimiento está el de la indignación, el ademán del usuario enojado, del ciudadano reclamante, del movilero agitado en persecuciones varias, del periodista de piso que frunce el ceño. ¡Hasta cuándo!, resuena como eco. Entre la sospecha y la indignación se sumerge la vida política del país. Quizás el ejemplo más claro de esto es la mutación de la condición del lector en gritón de los diarios digitales: ya no es el que acude a un encuentro con lo desconocido -que le exige no poca disposición amorosa para comprender- sino el que lee como excusa para el rezongo o la suspicacia insidiosa. Es el rumor mismo, la pasión arraigada en los subsuelos de los modos de vida que agrieta los cimientos mismos de lo público. Alimentados por una larga historia de desalientos y exacciones. Recreados como fábula moral en las usinas mediáticas. La nueva derecha vive en esos relatos y hace de ellos santo y seña.
Hoy esos ríos profundos de la vida contemporánea minan las bases de la gobernabilidad. Lo hacen ahora con el gobierno nacional. Lo harán luego contra otras representaciones. Lo que en su momento llamamos destituyente es eso: una articulación y un impulso, una organización de sentimientos difusos para dirigirlos, sin pausa y sin errancia, contra un objetivo determinado. Por eso los jefes de ese movimiento no son hombres de la política, aunque ellos pretendan usufructuar sus resultados inmediatos. En el fondo se intuyen las futuras víctimas si no logran pactar con ese sordo rumor. Nadie es creíble, nadie está firme. Parecen a salvo aquellos que se escudan en el reconocimiento directo de las razones mercantiles: los que declaman sus historias empresarias, los que piensan la política como un momento más de la expansión de los negocios. Bajo sospecha quedan aquellos que intentan recurrir a los discursos ideológicos o a las tradiciones políticas. Los que confiesan se convierten en testigos protegidos del juicio al entero sistema partidario.
¿Puede reconstituirse lo público en un tembladeral animado por esas fuerzas sentimentales y anímicas? ¿Puede reconstituirse lo público amenazado por la sensibilidad del miedo, la sospecha y la indignación? ¿Qué política podrá sustraerse de esa atmósfera en la que se reclama el reino desembozado de los intereses privados, porque finalmente serían los únicos sinceros?
Una elección parlamentaria ha transcurrido hace algunas semanas. Los resultados fueron adversos para el proyecto que desde estas cartas acompañamos. En cierto sentido, las advertencias que recorrían los escritos anteriores fueron confirmadas: crecieron electoralmente los adalides de la restauración conservadora, fueron ungidos los que debaten en sus gabinetes cerrados si apurar el paso hasta la caída o dejar llegar las cosas –el gobierno exánime- hasta el 2011. El triunfo de Unión Pro en la provincia de Buenos Aires, con un candidato que exhibe como méritos una caudalosa fortuna y destrezas televisivas, pone en evidencia la articulación política de los rasgos profundos de la época: el llamado a la desnuda presencia de las razones mercantiles como latir vital de la actividad pública y la mediatización de la política, convertida en mero apéndice de ficciones publicitarias que toman inspiraciones épicas –en una época que sin embargo pretenden disciplinada por las grandes fuerzas corporativas económicas- y se basan en idealizaciones de la vida popular –cuando estamos en un tiempo en que lo popular resiste dificultosamente la segmentación brutal de las experiencias colectivas-. Esos rasgos no los inventó la derecha. A lo sumo, sus políticos y publicistas son los que más descarnadamente, sin culpa y sin velos, los incorporan y expanden y por ello pueden recibir los mejores dividendos. Los que se mueven como peces en el agua en la sociedad del espectáculo.
La elección de junio hizo visible la debilidad en la construcción de otra escena para la política. De una escena en la que las fuerzas provengan de la militancia popular y no de las mediciones de rating, en la que los candidatos y funcionarios se elijan menos por la opinión pública y más por sus compromisos persistentes, en la que los diálogos tengan menos de representación de roles que de apertura a problemas, en la que el voto se dirima por la defensa de las condiciones reales de vida y no por la presión de los conjurados mediáticos. ¿No serían éstos menos eficaces en su monserga destituyente si estuvieran menos impagas las deudas sociales? Al gobierno lo atacan los jefes agromediáticos por sus aciertos y no por sus errores. Pero en las urnas perdió también por sus traspiés, sus titubeos, sus debilidades. En manos de un electorado que parece más tomado por el desánimo o la apatía que por el entusiasta abrazo a las consignas de derecha.
La restauración conservadora está en curso y en ella se unifican poderes corporativos –el empresariado nucleado en AEA, la airada mesa de enlace, el bloque mediático y algunos políticos-. Sin embargo no puede pavonearse de legitimidad por el resultado electoral. Porque no está mellada la capacidad gubernamental y porque en los cuartos oscuros también fueron ungidas representaciones parlamentarias que arrojan a la escena problemas necesarios de ser tratados en pos de una sociedad más equitativa y justa.
Si el proceso abierto en el 2003 estuviera cerrado, si sólo quedase la organización de una retirada ordenada, el gesto de la crítica sería intento de autoexclusión de la derrota. Una precaria salvación. Por el contrario, si hay que mencionar errores es en función de otra hipótesis: la de que hay un núcleo de valores fundamentales de este proceso que es necesario no sólo defender sino expandir en los próximos dos años. Y que se defienden y se expanden si hay capacidad de reinventar a la vez políticas de gobierno y de impulso de las autónomas voluntades militantes. Si hay capacidad de pensar como interlocutores no a las corporaciones con sus poderes de veto y sus agitadas amenazas sino a los argentinos de a pie: a esos que tienen el poder de su reunión, su fuerza y su voluntad.
Las urnas hablaron, pero su mensaje no tiene por qué ser aquel que los personeros de la destitución creen escuchar. Al contrario, muchos leyeron en ellas el llamado a un activismo renovado, capaz de procurar ámbitos de encuentro, creación de ideas en común, imaginativas defensas de lo público. En algunos lugares el nombre de Carta abierta bautizó esas experiencias que cavan el presente no sólo para atrincherarse en la prioritaria defensa de un gobierno legítimo sino también para encontrar los destellos de una política renacida. En muchas ciudades los hombres se reúnen en Defensa e Independencia. Quizás porque esa esquina siempre esté en el núcleo más íntimo de nuestras búsquedas.
No venimos aquí, al púlpito de la esquina, a presentar la cartilla para la reconstrucción de una militancia popular. Por el contrario: venimos a decir que estamos perplejos y asombrados. Que a la vez que hay indicios de la posibilidad cierta de una catástrofe conservadora hay un énfasis del gobierno en no retroceder en sus decisiones fundamentales y los hay también de una múltiple voluntad colectiva. Podríamos decir: falta la construcción. Nos privamos de hacerlo, para que quede el vacío ruidoso de aquello que no sabemos ni qué sería ni cómo se hace. Apenas intuimos, y que valga como susurro, que mucho de pasión por el presente, de donación a los entusiasmos de lo que viene y de renuncia a las rigideces del pasado, serán actitudes necesarias.
¿Estamos pidiendo más a un gobierno cuya existencia está, sin dudas, amenazada? ¿Estamos concurriendo a la conjura de las exigencias que pueden alterar la vida institucional? ¿Es tiempo de solicitar, una vez más, profundización de los cambios, o sólo se trata de apegarnos a los hechos, a un realismo de la continuidad, para evitar lo peor: la desestabilización, el ascenso brusco de las derechas, el triunfo de las más radicales presiones corporativas, el escenario hondureño? El gobierno está sitiado. Por una confluencia que quizás nadie pueda detener. En el sitio conjuga gestos defensivos, audacias inesperadas y perseverantes compromisos. Entre estos últimos, la actitud de condena frente al golpe en Honduras ante la indiferencia de muchos e incluso la crítica obtusa ante la decisión de la Presidenta de ir al lugar de los hechos para dejar claro que la recuperación democrática en ese país no sólo reclama la acción de las cancillerías o de las instancias diplomáticas internacionales. Honduras nos atañe. Habla de nosotros. Como Argentina habla de Bolivia. Y Bolivia de Venezuela. Y Venezuela de Ecuador. Destinos cruzados y necesidades mutuas en un contexto signado por la expansión de la presencia estadounidense en Colombia de un modo que remeda, amenazante, las viejas prácticas imperiales.
En cuanto a la actitud que el gobierno de Cristina Fernández debiera tener en esta situación amenazada, algunos prescriben concesiones ante grupos de presión; otros la defensa de las políticas económicas sostenidas. Si solicitamos más, es porque consideramos que esa defensa sólo puede desplegarse sobre la constitución de un horizonte político, sobre el hallazgo colectivo de un proyecto que exceda y desborde la actualidad, sobre el sueño común de reinvención de lo público. Sin esa dimensión utópica, sin esa perspectiva que reinscriba los hechos cotidianos en un relato que los excede y potencia, no hay renovación de las posibilidades gubernamentales pero tampoco de las políticas populares. La idea de cambio fue, publicitariamente, capturada por las derechas mientras el gobierno hizo campañas de reivindicación de lo hecho. Pero la política no es el cierre sobre el presente, salvo que se resigne a devenir administración de lo dado. Es desde las fuerzas que efectivamente han transformado mucho en este país y en estos años, desde las fuerzas que han puesto en discusión razones profundas de la transformación social, que se debe recuperar la invocación al cambio. El llamado a la construcción de una sociedad emancipada de sus grilletes y reparadora de sus injusticias.
Se hizo, es cierto. Defendemos lo hecho. Pero lo que pende es fundamental: la reposición de las instituciones estatales en las condiciones de producción contemporáneas, el planteo de un sistema impositivo que tenga un carácter progresivo o desplegar nuevas regulaciones al capital financiero, son algunas. Otras ya las hemos mencionado. Insistimos: no como gestores de un balance de una empresa en quiebra. Sino como trabajadores de su recuperación. La nación está en juego. Y las vísperas del bicentenario podrían ser ocasión de una apuesta imaginativa que desborde los fastos conmemorativos y los rituales previsibles. De una apuesta que incluya los temas postergados de la emancipación, como la relación entre la nación y las comunidades culturales y étnicas que la precedieron. La reivindicación de los pueblos originarios presupone una profunda invitación a poner en cuestión los fundamentos culturales que nos cobijan, no para abandonar los que nos son comunes sino para que nos sean comunes los que surjan de nuevas revisiones históricas.
La idea de que es necesario reabrir las posibilidades de la historia, no puede escindirse de la emergencia renovada de organizaciones populares. ¿A quién le habla el gobierno cuando habla?, es una pregunta que si notoriamente está vinculada con los estilos comunicacionales dice también sobre cuestiones estratégicas. Porque a la escena de las presiones de las corporaciones patronales sólo se la combate con una escena de escucha y conversación con los partidos políticos populares y con los movimientos sociales. Y a la escena de los titiriteros mediáticos se la confronta no sólo con medios públicos -que son necesarios-, no sólo con la democratización que supone una ley de servicios audiovisuales -que es urgente e imprescindible-, sino también con una escena política autonomizada de la lógica mediática. Incluso, la que ocurra en los esfuerzos últimos que realicemos para que nuestra propia conciencia vuelva a albergar la noción básica de autonomía crítica, ética de convicción y templadas responsabilidades para reconstruir un sentido de verdad ante las derechas que en el vaciadero de los conceptos, se revisten con los viejos temas de las izquierdas. No es que las ideologías hayan desaparecido, sino que se las modula como una más de las mercancías que se le ofrecen al consumidor.
Alguna vez dijimos que a las acciones de este gobierno, incluso a algunas de las más relevantes, les faltaba lo previo: una cierta elaboración en la cual se inscribieran con la fuerza necesaria, pero también su enhebramiento con un entramado de voluntades y activismo, capaz de proponer temas, de situar problemas, de hacer y defender políticas. No se trata sólo del horizonte político futuro. Incluso la institucionalidad gubernamental requiere, para sustentarse sin graves cesiones a los poderes corporativos -que encuentran hoy en el empresariado más concentrado un programa completo de transformación de la economía argentina- , de una revitalización de las organizaciones populares.
Eso que falta es necesario para preservar los aspectos más profundos y relevantes de estos años. Para preservar y expandir la política de derechos humanos; la integración regional; los derechos laborales; decisiones soberanas respecto de los organismos financieros internacionales; instituciones de defensa alejadas de las doctrinas de la represión; la inversión de recursos en ciencia y técnica. Preservar y expandir es, también, ir más allá de una concepción economicista que sitúa al crecimiento como estrategia rectora última. La crisis mundial dejó interrumpido ese camino de expansión de la inversión, empleo y mercado interno. La idea de distribución de la riqueza vino asociada no sólo a un retintineo promisorio sino a la efectiva reactivación de la economía. La crisis afecta ese despliegue, que quizás tenía núcleos internos que lo volvían ciego ante ciertas situaciones de exclusión y desigualdad social.
El debate sobre las asignaciones familiares a trabajadores informales o a desocupados, la idea de ingreso universal de ciudadanía, los planes diferenciados para atender situaciones de pobreza, fue postergado en función de una perspectiva economicista. La ausencia de políticas reparatorias que atenuaran las desigualdades dentro del interior del mundo laboral, aligeró como palabras al viento aquellas que nombraban las efectivas medidas de justicia existentes. ¿No tuvieron relación los resultados electorales con esa ausencia? Porque no hay metáfora más errónea que la de traición, que supone a los votantes como seres arrastrados a una decisión cuyo sentido ignoran. Hay, en todo caso, un disgusto, una necesidad, una crítica, que benefició, especialmente, a los dirigentes surgidos de las falanges restauradoras y los gabinetes fantochescos que inventan políticos por encargo. Lamentamos esa decisión emanada de las urnas. Pero no serán las explicaciones consoladoras las que permitan revertirla.
La reversión es posible, pero requiere un modo novedoso de tratar lo público. De volver a considerar lo público. Está en juego eso en la política nacional pero también en la ciudad de Buenos Aires, en esta ciudad con sus plazas en las que se leen estas cartas, con sus edificios sanitarios amenazados por operaciones inmobiliarias, con sus parapoliciales que desalojan espacios comunitarios, con sus jefes de policía que surgen de las más tenebrosas historias de encubrimientos y exacciones. Medidas que pretenden hacer campo raso de lo heterogéneo y de la ciudad laboratorio de la nueva derecha. Nuestra calle, aquí, es Resistencia.
El jefe de gobierno de esta ciudad es un empresario. Como tal parece menos enjuiciable que los hombres de la política. Ante el banquillo del juicio que la sociedad mediática encara, se lo presume inocente. Quizás no del todo, pero sí más que aquellos que hablan más de política que de negocios. Por eso, puede reírse de las combinaciones entre tintorerías y prostíbulos en los barrios pobres de la ciudad. Ha ordenado desalojar huertas y expulsar hombres y mujeres sin techo. Ha burlado a los docentes y a los trabajadores de la salud. Ha imaginado desalojar los antiguos neurosiquiátricos, menos por un libertarismo antimanicomial que por la valorización de los terrenos. Ha nombrado un jefe de policía en cuyo nombre se anuncia la acentuación de estrategias represivas y de funcionamientos corruptos. Perdiendo votos, sin embargo ha ganado las elecciones. Quizás porque en figuras así se condensan las fuerzas anímicas del miedo, la sospecha y la indignación.
No es un problema de los porteños. En Nueva York le pagan a los desocupados un pasaje de ida para privar de su miseria a la ciudad. Pero esta es nuestra ciudad: en ella debemos disputar cada esquina, cada barrio, cada discurso y cada idea. Contra esa articulación reaccionaria, es necesario situar una agenda de recuperación de lo público: del espacio, de las conversaciones, de las políticas, de las instituciones, de los recursos naturales, de las facultades humanas. El mercado, sabemos, es capaz de apropiarse y gestionar todo eso, bajo la lógica de la ganancia y el rendimiento comercial. Y hay políticas estatales que se subordinan a la obediencia de esa lógica. Incluso, algunas políticas nacionales, como la que regula la minería, en la que prima la explotación inmediata antes que el resguardo de los derechos comunitarios. Recuperar lo público es poner en cuestión esos criterios, situarlos en el marco de una discusión que no debe aceptar para sí los límites de lo ya dado, sino que debe constituir el horizonte utópico y realizable de lo porvenir.
Hay mucho que preservar y hay mucho por hacer. Aunque minado por la sospecha y la indignación existe un terreno en el que eso se dirime: la política. Las diversas tradiciones ideológicas que han puesto el acento en lo popular y sus potencias tienen ante sí un desafío mayúsculo: el de considerar su confluencia sin exclusiones, su situación sin mezquindades y el futuro con inédita imaginación.
Aquí en esta esquina somos una suerte de conjurados. En defensa de un conjunto de políticas desplegadas desde el 2003 y del derecho del gobierno a perseverar en ese camino y con la independencia de criterio que nos dan nuestras propias experiencias, valores, ideas. Nuestro llamado al coraje colectivo contra el operativo derrumbe no resuena en el eco de los espacios vacíos. Al contrario, rebota en los cuerpos, se ahínca en los sueños, se intercambia en la reflexión común. Por eso creemos que no se puede hablar de derrota ni de victoria ni nos está dado el tono de la certeza. Sí saber que lo que sucede nos atañe. Y por eso no nos escandaliza.
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No somos mujeres y hombres del escándalo, nuestras conciencias no son saltimbanquis de la alarma. Al contrario: los hechos graves como el de la pobreza de amplios sectores de la población nos atañen. La pobreza atañe al fondo último de nuestros compromisos, la idea de igualdad, nuestras antiguas y recientes militancias. Nos compete, nos atraviesa. Por eso podemos decir: no nos escandaliza. El escándalo es gesto espectacular y ademán avieso. El rostro de los pobres se vuelve superficie de inscripción de llamados evangélicos, sacralidades disponibles, obsceno plano televisivo y objeto de malversación política. Nos atañen tanto las vidas dañadas por la miseria como su circulación en un imaginario que las despoja de creación, potencia y libertad.
Un presidente que desguazó las anteriores tramas sociales pudo decir “pobres habrá siempre” mientras creaba las condiciones para un inédito hundimiento de los salarios y los empleos. La conmoción del 2001 hizo visibles a contingentes de desocupados que habían encontrado en su exclusión el ímpetu para un descubrimiento de sus propias facultades organizativas y políticas. El gobierno iniciado en 2003 pensó al trabajo como una vía de recuperación de la dignidad para los desposeídos. Expansión del empleo y paritarias fueron las llaves precisas y, a la vez, el horizonte deseado. Detenido el ciclo, en la tormenta del mundo, la pobreza se hizo tópico de lo irresuelto. También, núcleo rutilante de una confrontación que es necesario deshojar.
En una iglesia de Liniers, en los palacios vaticanos, en los palcos ruralistas y en los grandes medios se agitan hilos que provienen del mismo ovillo. Ovillo que es idea: es posible aunar la mayor riqueza –dada por la propiedad privada de ciertos recursos- con la asistencia caritativa a los más pobres. Campo y Cáritas. Soja y comedor popular. Para que ese enlace sea fructífero y económico debe prescindir de lo que es visto como poder coercitivo y expoliador: el Estado. Y también del enlace de la cuestión de la pobreza con los temas de la justicia y la igualdad. Pobres habrá siempre, para atenderlos está Cáritas. La limosna es la vía celeste para unos y la sobrevivencia menoscabada para otros. Contra ella es necesario volver a situar la defensa de lo público, el engarce de la cuestión social con otros modos de la justicia y la apuesta no a la victimización de lo popular sino a su recreación política.
¿La justicia pendiente del presente no está ligada a la justicia respecto de un pasado criminal? ¿No está la deuda social impaga vinculada a una renovada reflexión sobre las condiciones de una redistribución del ingreso que afecte no sólo a los trabajadores en blanco? ¿Es posible encarar medidas imprescindibles, como un plan orientado a la resolución de las necesidades alimentarias de la población, que tenga alcance nacional y solidez nutricional, sin herramientas impositivas y recaudatorias? Sin retenciones hay limosna. Con retenciones: debate público y politización.
Decir eso suena a mala palabra: ¡quiénes son los extraviados que en el contexto de un ataque masivo a la política reclaman mayor politización! Nosotros: en la intersección, ya lo decimos, de Defensa e Independencia. En otras esquinas priman otros tonos: la indignación y la sospecha. El hombre típico de Corrientes y Esmeralda es hoy alguien que sospecha. Alguien que ve, tras los discursos y los valores de la política, una razón oscura que sería su verdadero sentido. Una razón material, crematística, que funcionaría como hilo explicativo de toda conducta pública. ¡Quién les paga!, es el grito de guerra en una Argentina con una larga devastación de las conductas políticas. Contemporáneo a ese sentimiento está el de la indignación, el ademán del usuario enojado, del ciudadano reclamante, del movilero agitado en persecuciones varias, del periodista de piso que frunce el ceño. ¡Hasta cuándo!, resuena como eco. Entre la sospecha y la indignación se sumerge la vida política del país. Quizás el ejemplo más claro de esto es la mutación de la condición del lector en gritón de los diarios digitales: ya no es el que acude a un encuentro con lo desconocido -que le exige no poca disposición amorosa para comprender- sino el que lee como excusa para el rezongo o la suspicacia insidiosa. Es el rumor mismo, la pasión arraigada en los subsuelos de los modos de vida que agrieta los cimientos mismos de lo público. Alimentados por una larga historia de desalientos y exacciones. Recreados como fábula moral en las usinas mediáticas. La nueva derecha vive en esos relatos y hace de ellos santo y seña.
Hoy esos ríos profundos de la vida contemporánea minan las bases de la gobernabilidad. Lo hacen ahora con el gobierno nacional. Lo harán luego contra otras representaciones. Lo que en su momento llamamos destituyente es eso: una articulación y un impulso, una organización de sentimientos difusos para dirigirlos, sin pausa y sin errancia, contra un objetivo determinado. Por eso los jefes de ese movimiento no son hombres de la política, aunque ellos pretendan usufructuar sus resultados inmediatos. En el fondo se intuyen las futuras víctimas si no logran pactar con ese sordo rumor. Nadie es creíble, nadie está firme. Parecen a salvo aquellos que se escudan en el reconocimiento directo de las razones mercantiles: los que declaman sus historias empresarias, los que piensan la política como un momento más de la expansión de los negocios. Bajo sospecha quedan aquellos que intentan recurrir a los discursos ideológicos o a las tradiciones políticas. Los que confiesan se convierten en testigos protegidos del juicio al entero sistema partidario.
¿Puede reconstituirse lo público en un tembladeral animado por esas fuerzas sentimentales y anímicas? ¿Puede reconstituirse lo público amenazado por la sensibilidad del miedo, la sospecha y la indignación? ¿Qué política podrá sustraerse de esa atmósfera en la que se reclama el reino desembozado de los intereses privados, porque finalmente serían los únicos sinceros?
Una elección parlamentaria ha transcurrido hace algunas semanas. Los resultados fueron adversos para el proyecto que desde estas cartas acompañamos. En cierto sentido, las advertencias que recorrían los escritos anteriores fueron confirmadas: crecieron electoralmente los adalides de la restauración conservadora, fueron ungidos los que debaten en sus gabinetes cerrados si apurar el paso hasta la caída o dejar llegar las cosas –el gobierno exánime- hasta el 2011. El triunfo de Unión Pro en la provincia de Buenos Aires, con un candidato que exhibe como méritos una caudalosa fortuna y destrezas televisivas, pone en evidencia la articulación política de los rasgos profundos de la época: el llamado a la desnuda presencia de las razones mercantiles como latir vital de la actividad pública y la mediatización de la política, convertida en mero apéndice de ficciones publicitarias que toman inspiraciones épicas –en una época que sin embargo pretenden disciplinada por las grandes fuerzas corporativas económicas- y se basan en idealizaciones de la vida popular –cuando estamos en un tiempo en que lo popular resiste dificultosamente la segmentación brutal de las experiencias colectivas-. Esos rasgos no los inventó la derecha. A lo sumo, sus políticos y publicistas son los que más descarnadamente, sin culpa y sin velos, los incorporan y expanden y por ello pueden recibir los mejores dividendos. Los que se mueven como peces en el agua en la sociedad del espectáculo.
La elección de junio hizo visible la debilidad en la construcción de otra escena para la política. De una escena en la que las fuerzas provengan de la militancia popular y no de las mediciones de rating, en la que los candidatos y funcionarios se elijan menos por la opinión pública y más por sus compromisos persistentes, en la que los diálogos tengan menos de representación de roles que de apertura a problemas, en la que el voto se dirima por la defensa de las condiciones reales de vida y no por la presión de los conjurados mediáticos. ¿No serían éstos menos eficaces en su monserga destituyente si estuvieran menos impagas las deudas sociales? Al gobierno lo atacan los jefes agromediáticos por sus aciertos y no por sus errores. Pero en las urnas perdió también por sus traspiés, sus titubeos, sus debilidades. En manos de un electorado que parece más tomado por el desánimo o la apatía que por el entusiasta abrazo a las consignas de derecha.
La restauración conservadora está en curso y en ella se unifican poderes corporativos –el empresariado nucleado en AEA, la airada mesa de enlace, el bloque mediático y algunos políticos-. Sin embargo no puede pavonearse de legitimidad por el resultado electoral. Porque no está mellada la capacidad gubernamental y porque en los cuartos oscuros también fueron ungidas representaciones parlamentarias que arrojan a la escena problemas necesarios de ser tratados en pos de una sociedad más equitativa y justa.
Si el proceso abierto en el 2003 estuviera cerrado, si sólo quedase la organización de una retirada ordenada, el gesto de la crítica sería intento de autoexclusión de la derrota. Una precaria salvación. Por el contrario, si hay que mencionar errores es en función de otra hipótesis: la de que hay un núcleo de valores fundamentales de este proceso que es necesario no sólo defender sino expandir en los próximos dos años. Y que se defienden y se expanden si hay capacidad de reinventar a la vez políticas de gobierno y de impulso de las autónomas voluntades militantes. Si hay capacidad de pensar como interlocutores no a las corporaciones con sus poderes de veto y sus agitadas amenazas sino a los argentinos de a pie: a esos que tienen el poder de su reunión, su fuerza y su voluntad.
Las urnas hablaron, pero su mensaje no tiene por qué ser aquel que los personeros de la destitución creen escuchar. Al contrario, muchos leyeron en ellas el llamado a un activismo renovado, capaz de procurar ámbitos de encuentro, creación de ideas en común, imaginativas defensas de lo público. En algunos lugares el nombre de Carta abierta bautizó esas experiencias que cavan el presente no sólo para atrincherarse en la prioritaria defensa de un gobierno legítimo sino también para encontrar los destellos de una política renacida. En muchas ciudades los hombres se reúnen en Defensa e Independencia. Quizás porque esa esquina siempre esté en el núcleo más íntimo de nuestras búsquedas.
No venimos aquí, al púlpito de la esquina, a presentar la cartilla para la reconstrucción de una militancia popular. Por el contrario: venimos a decir que estamos perplejos y asombrados. Que a la vez que hay indicios de la posibilidad cierta de una catástrofe conservadora hay un énfasis del gobierno en no retroceder en sus decisiones fundamentales y los hay también de una múltiple voluntad colectiva. Podríamos decir: falta la construcción. Nos privamos de hacerlo, para que quede el vacío ruidoso de aquello que no sabemos ni qué sería ni cómo se hace. Apenas intuimos, y que valga como susurro, que mucho de pasión por el presente, de donación a los entusiasmos de lo que viene y de renuncia a las rigideces del pasado, serán actitudes necesarias.
¿Estamos pidiendo más a un gobierno cuya existencia está, sin dudas, amenazada? ¿Estamos concurriendo a la conjura de las exigencias que pueden alterar la vida institucional? ¿Es tiempo de solicitar, una vez más, profundización de los cambios, o sólo se trata de apegarnos a los hechos, a un realismo de la continuidad, para evitar lo peor: la desestabilización, el ascenso brusco de las derechas, el triunfo de las más radicales presiones corporativas, el escenario hondureño? El gobierno está sitiado. Por una confluencia que quizás nadie pueda detener. En el sitio conjuga gestos defensivos, audacias inesperadas y perseverantes compromisos. Entre estos últimos, la actitud de condena frente al golpe en Honduras ante la indiferencia de muchos e incluso la crítica obtusa ante la decisión de la Presidenta de ir al lugar de los hechos para dejar claro que la recuperación democrática en ese país no sólo reclama la acción de las cancillerías o de las instancias diplomáticas internacionales. Honduras nos atañe. Habla de nosotros. Como Argentina habla de Bolivia. Y Bolivia de Venezuela. Y Venezuela de Ecuador. Destinos cruzados y necesidades mutuas en un contexto signado por la expansión de la presencia estadounidense en Colombia de un modo que remeda, amenazante, las viejas prácticas imperiales.
En cuanto a la actitud que el gobierno de Cristina Fernández debiera tener en esta situación amenazada, algunos prescriben concesiones ante grupos de presión; otros la defensa de las políticas económicas sostenidas. Si solicitamos más, es porque consideramos que esa defensa sólo puede desplegarse sobre la constitución de un horizonte político, sobre el hallazgo colectivo de un proyecto que exceda y desborde la actualidad, sobre el sueño común de reinvención de lo público. Sin esa dimensión utópica, sin esa perspectiva que reinscriba los hechos cotidianos en un relato que los excede y potencia, no hay renovación de las posibilidades gubernamentales pero tampoco de las políticas populares. La idea de cambio fue, publicitariamente, capturada por las derechas mientras el gobierno hizo campañas de reivindicación de lo hecho. Pero la política no es el cierre sobre el presente, salvo que se resigne a devenir administración de lo dado. Es desde las fuerzas que efectivamente han transformado mucho en este país y en estos años, desde las fuerzas que han puesto en discusión razones profundas de la transformación social, que se debe recuperar la invocación al cambio. El llamado a la construcción de una sociedad emancipada de sus grilletes y reparadora de sus injusticias.
Se hizo, es cierto. Defendemos lo hecho. Pero lo que pende es fundamental: la reposición de las instituciones estatales en las condiciones de producción contemporáneas, el planteo de un sistema impositivo que tenga un carácter progresivo o desplegar nuevas regulaciones al capital financiero, son algunas. Otras ya las hemos mencionado. Insistimos: no como gestores de un balance de una empresa en quiebra. Sino como trabajadores de su recuperación. La nación está en juego. Y las vísperas del bicentenario podrían ser ocasión de una apuesta imaginativa que desborde los fastos conmemorativos y los rituales previsibles. De una apuesta que incluya los temas postergados de la emancipación, como la relación entre la nación y las comunidades culturales y étnicas que la precedieron. La reivindicación de los pueblos originarios presupone una profunda invitación a poner en cuestión los fundamentos culturales que nos cobijan, no para abandonar los que nos son comunes sino para que nos sean comunes los que surjan de nuevas revisiones históricas.
La idea de que es necesario reabrir las posibilidades de la historia, no puede escindirse de la emergencia renovada de organizaciones populares. ¿A quién le habla el gobierno cuando habla?, es una pregunta que si notoriamente está vinculada con los estilos comunicacionales dice también sobre cuestiones estratégicas. Porque a la escena de las presiones de las corporaciones patronales sólo se la combate con una escena de escucha y conversación con los partidos políticos populares y con los movimientos sociales. Y a la escena de los titiriteros mediáticos se la confronta no sólo con medios públicos -que son necesarios-, no sólo con la democratización que supone una ley de servicios audiovisuales -que es urgente e imprescindible-, sino también con una escena política autonomizada de la lógica mediática. Incluso, la que ocurra en los esfuerzos últimos que realicemos para que nuestra propia conciencia vuelva a albergar la noción básica de autonomía crítica, ética de convicción y templadas responsabilidades para reconstruir un sentido de verdad ante las derechas que en el vaciadero de los conceptos, se revisten con los viejos temas de las izquierdas. No es que las ideologías hayan desaparecido, sino que se las modula como una más de las mercancías que se le ofrecen al consumidor.
Alguna vez dijimos que a las acciones de este gobierno, incluso a algunas de las más relevantes, les faltaba lo previo: una cierta elaboración en la cual se inscribieran con la fuerza necesaria, pero también su enhebramiento con un entramado de voluntades y activismo, capaz de proponer temas, de situar problemas, de hacer y defender políticas. No se trata sólo del horizonte político futuro. Incluso la institucionalidad gubernamental requiere, para sustentarse sin graves cesiones a los poderes corporativos -que encuentran hoy en el empresariado más concentrado un programa completo de transformación de la economía argentina- , de una revitalización de las organizaciones populares.
Eso que falta es necesario para preservar los aspectos más profundos y relevantes de estos años. Para preservar y expandir la política de derechos humanos; la integración regional; los derechos laborales; decisiones soberanas respecto de los organismos financieros internacionales; instituciones de defensa alejadas de las doctrinas de la represión; la inversión de recursos en ciencia y técnica. Preservar y expandir es, también, ir más allá de una concepción economicista que sitúa al crecimiento como estrategia rectora última. La crisis mundial dejó interrumpido ese camino de expansión de la inversión, empleo y mercado interno. La idea de distribución de la riqueza vino asociada no sólo a un retintineo promisorio sino a la efectiva reactivación de la economía. La crisis afecta ese despliegue, que quizás tenía núcleos internos que lo volvían ciego ante ciertas situaciones de exclusión y desigualdad social.
El debate sobre las asignaciones familiares a trabajadores informales o a desocupados, la idea de ingreso universal de ciudadanía, los planes diferenciados para atender situaciones de pobreza, fue postergado en función de una perspectiva economicista. La ausencia de políticas reparatorias que atenuaran las desigualdades dentro del interior del mundo laboral, aligeró como palabras al viento aquellas que nombraban las efectivas medidas de justicia existentes. ¿No tuvieron relación los resultados electorales con esa ausencia? Porque no hay metáfora más errónea que la de traición, que supone a los votantes como seres arrastrados a una decisión cuyo sentido ignoran. Hay, en todo caso, un disgusto, una necesidad, una crítica, que benefició, especialmente, a los dirigentes surgidos de las falanges restauradoras y los gabinetes fantochescos que inventan políticos por encargo. Lamentamos esa decisión emanada de las urnas. Pero no serán las explicaciones consoladoras las que permitan revertirla.
La reversión es posible, pero requiere un modo novedoso de tratar lo público. De volver a considerar lo público. Está en juego eso en la política nacional pero también en la ciudad de Buenos Aires, en esta ciudad con sus plazas en las que se leen estas cartas, con sus edificios sanitarios amenazados por operaciones inmobiliarias, con sus parapoliciales que desalojan espacios comunitarios, con sus jefes de policía que surgen de las más tenebrosas historias de encubrimientos y exacciones. Medidas que pretenden hacer campo raso de lo heterogéneo y de la ciudad laboratorio de la nueva derecha. Nuestra calle, aquí, es Resistencia.
El jefe de gobierno de esta ciudad es un empresario. Como tal parece menos enjuiciable que los hombres de la política. Ante el banquillo del juicio que la sociedad mediática encara, se lo presume inocente. Quizás no del todo, pero sí más que aquellos que hablan más de política que de negocios. Por eso, puede reírse de las combinaciones entre tintorerías y prostíbulos en los barrios pobres de la ciudad. Ha ordenado desalojar huertas y expulsar hombres y mujeres sin techo. Ha burlado a los docentes y a los trabajadores de la salud. Ha imaginado desalojar los antiguos neurosiquiátricos, menos por un libertarismo antimanicomial que por la valorización de los terrenos. Ha nombrado un jefe de policía en cuyo nombre se anuncia la acentuación de estrategias represivas y de funcionamientos corruptos. Perdiendo votos, sin embargo ha ganado las elecciones. Quizás porque en figuras así se condensan las fuerzas anímicas del miedo, la sospecha y la indignación.
No es un problema de los porteños. En Nueva York le pagan a los desocupados un pasaje de ida para privar de su miseria a la ciudad. Pero esta es nuestra ciudad: en ella debemos disputar cada esquina, cada barrio, cada discurso y cada idea. Contra esa articulación reaccionaria, es necesario situar una agenda de recuperación de lo público: del espacio, de las conversaciones, de las políticas, de las instituciones, de los recursos naturales, de las facultades humanas. El mercado, sabemos, es capaz de apropiarse y gestionar todo eso, bajo la lógica de la ganancia y el rendimiento comercial. Y hay políticas estatales que se subordinan a la obediencia de esa lógica. Incluso, algunas políticas nacionales, como la que regula la minería, en la que prima la explotación inmediata antes que el resguardo de los derechos comunitarios. Recuperar lo público es poner en cuestión esos criterios, situarlos en el marco de una discusión que no debe aceptar para sí los límites de lo ya dado, sino que debe constituir el horizonte utópico y realizable de lo porvenir.
Hay mucho que preservar y hay mucho por hacer. Aunque minado por la sospecha y la indignación existe un terreno en el que eso se dirime: la política. Las diversas tradiciones ideológicas que han puesto el acento en lo popular y sus potencias tienen ante sí un desafío mayúsculo: el de considerar su confluencia sin exclusiones, su situación sin mezquindades y el futuro con inédita imaginación.
Aquí en esta esquina somos una suerte de conjurados. En defensa de un conjunto de políticas desplegadas desde el 2003 y del derecho del gobierno a perseverar en ese camino y con la independencia de criterio que nos dan nuestras propias experiencias, valores, ideas. Nuestro llamado al coraje colectivo contra el operativo derrumbe no resuena en el eco de los espacios vacíos. Al contrario, rebota en los cuerpos, se ahínca en los sueños, se intercambia en la reflexión común. Por eso creemos que no se puede hablar de derrota ni de victoria ni nos está dado el tono de la certeza. Sí saber que lo que sucede nos atañe. Y por eso no nos escandaliza.
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Frente Político y Territorial Evita, Grupo "Imprenta", Militancia Federal, Movimiento Evita, Kirchnerismo Calamuchitano, Agrupación Atilio López, Agrupación Marechal en el Peronismo de la Victoria, Peronismo Militante-Megafón, Proyecto Popular Río IV, " La Cámpora", Movimiento Peronista 26 de Julio; Movimiento Popular Libertador San Martin (cba) del Frente Transversal Nacional y Popular ; Movimiento de Unidad Popular (M.U.P.)
Desde este espacio difundimos lo que va produciendo la gente como forma de aportar a la consolidación del Proyecto Nacional y Popular revitalizado en nuestra patria a partir del año 2003 con la asunción del Compañero Néstor Kirchner.
Entendemos que debemos esforzarnos por generar caminos populares de debate y de difusión de las propuestas nacionales, pues la prensa en general está al servicio de los intereses de la antipatria.
Porque como decía Jauretche, “Libertad de los intereses antinacionales y antipopulares, para impedir que lo nacional y popular tenga medios de expresión. Esto es lo que se llama aquí libertad de prensa”.
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Y en la Web, recomendamos: http://peronismocordobes.blogspot.com/ ; http://juventudperonista13.com.ar/ http://www.argentinaparatodos.com; http://nacionalypopular.com/ http://www.elargentino.com/ http://www.agenciaelnaciente.com.ar ; La Web del Movimiento Octubres: www.octubres.org.ar; una excelente revista digital: www.redaccionpopular.com ; http://www.prensared.com.ar/ la agencia de noticias del CISPREN; http://www.enriquelacolla.com/sitio/index.php, la precisa página de Enrique Lacolla y una buena radio en vivo con pagina Web: http://www.radiotvfederal.com; ; www.26dejulio.org.ar
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Iniciativa Popular: "Interpretación de la coyuntura"
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REFLEXIONA
A DOS MESES DE LAS ELECCIONES
“Análisis de la coyuntura después del 28 de Junio”
Escribe por Iniciativa Popular C.S. Pedro Mondonio.
Ingeniería electoral cordobesa.
Es cierto que desde su acceso al gobierno el kirchnerismo fue incapaz de articular formas de participación y de organización popular que dieran sustento a las audaces medidas de gobierno que iba adoptando, tal como lo habíamos afirmado desde Iniciativa Popular después de la dolorosa experiencia vivida cuando el acceso de Schiaretti a la gobernación, perpetuando la permanencia del delasotismo, o sea del menem-cavallismo en la Provincia de Córdoba.
La ingeniería electoral elaborada por el kirchnerismo en la Provincia no podría haber generado resultados más lamentables. En pocos lugares del mapa electoral nacional los ruralistas pueden mostrarse más satisfechos con sus logros: consiguieron a) resucitar al Radicalismo por derecha; b) permitir a Juez convertirse en primera minoría también por derecha, después de haberse desguasado de todo el progresismo que lo había catapultado como opción antidelasotista; c) dejar indemne a Schiaretti en su condición de primera minoría en la mayoría absoluta de los departamentos del interior provincial, superando con holgura la prueba de la supuesta “fractura” del PJ ante la “jugada maestra” del tandem Jaime-Riutort.
Increíble pero real: el menem-cavallismo cordobés concluyó con senadores y diputados funcionales a la imagen pregonada por su gobernador: paladín de la defensa de los “intereses provinciales” frente al gobierno nacional y punta de lanza de la restauración conservadora liberal en la nación. La de Schiaretti y De la Sota sí que es una muestra indudable de maestría polìtica: haberse sostenido durante diez años sin mengua para sus ambiciones polìticas en una de las provincias más importantes de la República respetando a machamartillo la polìtica neoliberal menemista, después de haber fundido impunemente la economía provincial, cuya responsabilidad endosaron a la Nación con la sola denuncia de Don Salvador Treber, a quien aislaron como díscolo francotirador con el concurso cómplice de casi todo el periodismo y la sociedad cordobesa.
Accesoriamente, puede afirmarse que Córdoba es el lugar donde el kirchnerismo fue aislado y derrotado en toda la línea por la oposición más pacífica y concordantemente expuesta a la opinión pública provincial sin fisuras, o sea sin que haya contado una voz que lo defendiera con claridad y resolución. Sólo Carta Abierta y otros grupos políticos y sociales de contenido nacional y popular nacidos espontáneamente como respuesta a la avanzada neoliberal y aislados entre sí, hicieron oir sus voces sin vergüenza e intentaron apoyar aún desde posiciones críticas al gobierno de Cristina desde las banderas de la patria grande, por fuera de toda estructura de política de poder. La presencia aún incierta de Carmen Nebreda en el congreso de la Nación es la única ficha caída del lado del campo popular.
Razones ciertas pero insuficientes de una derrota nacional
Existe una fuerte inclinación a adjudicar a la “inestabilidad e inconsecuencia” de las clases medias de la sociedad argentina gran parte de la responsabilidad del resultado electoral del 28 de Junio.
Primer reparo: estas elecciones pusieron sobre el tapete también la inestabilidad e inconsecuencia de la clase trabajadora. En Córdoba, la clase trabajadora dividió sus afectos entre Schiaretti (menem-cavallista pro-sojero) Juez (oportunista-pro-sojero) y Mestre (demoliberal pro-sojero). De modo que si la recuperación del proyecto nacional y popular exige el “rescate” de importantes sectores de la clase media, también ocurre lo mismo con importantes sectores de la clase trabajadora.
¿Es un problema que reside en el manejo del aparato mediático a consecuencia de los nuevos rasgos de la sociedad “virtual”? ¿Es en consecuencia la nueva Ley de Medios Audiovisuales la panacea?
Segundo reparo: Si bien el acoso mediático llegó a ser opresivo e indudablemente efectivo, no debemos olvidar que el pueblo argentino fue sometido durante muchos años al mismo torpedeo, lo que no obstó a resonantes victorias electorales del campo popular. La resistencia peronista llegó a tener prohibido hasta el uso de sus símbolos emblemáticos junto con la más monolítica propaganda antiperonista de la oposición. No basta la opresión discursiva para torcer la conciencia adquirida y cimentada por razones materiales profundas. Cambiar la opinión de un productor sojero a fuerza de discursos es tarea tan inútil como la de convencer a un peronista que vote en contra de quien puso en su horizonte de vida el derecho a casa, educación y salud para sí y para toda su familia.
¿Fué, es, un problema de comunicación, de elaboración del mensaje?
Creemos que no. Creemos que desde mucho tiempo a la fecha la disyuntiva electoral no había sido más inteligentemente planteada que en esta ocasión. Tanto en lo que hace al carácter plebiscitario de la gestión de gobierno como al enfrentamiento entre dos modelos o dos proyectos de país. Pocas veces hemos tenido elecciones donde se hubiera puesto a la consideración del pueblo la opción entre un país industrial inclusivo con intervención decidida del estado y un país agro-exportador excluyente, librado a las fuerzas del mercado. En trazos gruesos, esa alternativa fue planteada. Y los voceros de la posición nacional y popular fueron Nestor Kirchner y Cristina Fernandez, ambos máximos jefes del gobierno que intentó, con todas sus contradicciones, llevar adelante la alternativa popular, con no pocos y hasta no hace mucho impensables aciertos en su haber. Y nadie puede negar que sus discursos fueron lo suficientemente claros y terminantes, al par que distintos y enfrentados a los de la oposición. Nadie tuvo expositores más limitados, vacíos y superficiales que la oposición.
¿Son las demandas anticorrupción insatisfechas las que arrojaron a la oposición a grandes sectores populares?
Creemos que no. Creemos sí que un sector importante pero para nada decisivo puede haber sido llevado a un voto repudio a las inconsecuencias del gobierno también en esta materia, tanto por la dudosa conducta de algunos referentes de sus propias filas como a la conducta concesiva o prescindente frente al despliegue de personajes comprometidos en tales prácticas. Pero los resonantes triunfos electorales de los máximos exponentes de la corrupción en funciones de gobierno durante el menemismo excluyen toda posibilidad de asignar a este factor una incidencia determinante en la derrota del gobierno. La sola presencia del más sospechado de los candidatos de la oposición y máximo triunfador nos ahorra mayores fundamentos.
¿Fue el abandono de la política de alianzas de los Kirchner? ¿El tránsito que va del transversalismo al apoyo en la estructura tradicional del Partido Justicialista, los mentados gordos del conurbano bonaerense?
Creemos que no. Creemos que fue un error lamentable sobre todo en proyección a futuro, porque puso en riesgo la andadura del proyecto nacional y popular al desorientar incipientes pero seguras columnas en crecimiento con su enfático viraje hacia quienes hacen de su acumulación de poder y del pragmatismo político su razón de ser; pero no podemos afirmar cándidamente que los referentes o las organizaciones políticas que florecen en defensa del gobierno popular hubieran contrarrestado, en esta coyuntura, el caudal electoral del aparato justicialista que le permitió al menos empardar la debacle producida en el interior de la Provincia de Buenos Aires.
A los factores apuntados los reconocemos como reales e incidiendo en los resultados, pero no de modo determinante. La gravosa e inconducente práctica en la gestión de gobierno de desplazar a los funcionarios más competentes por especulaciones electorales o el abandono de aliados seguros y eficaces pero poco proclives a los apoyos incondicionales, también horadaron el prestigio del gobierno y la credibilidad de muchos compañeros que adhieren a posiciones progresistas. Basta ver el empacho de votos de Pino Solanas a expensas del gobierno, con especulación oportunista incluída.
La razón profunda.
Para intentar explicar la magnitud de la derrota, queremos hacer centro en datos duros de la realidad material.
Llamamos datos duros de la realidad material a factores determinantes de la realidad económica que incidieron directamente sobre la voluntad del electorado. El proceso de cambio de la situación económica en la República Argentina vino de la mano de la “revolución agraria”. La revolución agraria consistió básicamente en el desplazamiento de la producción agrícola tradicional trabajo intensiva en esta nueva producción agrícola capital-intensiva. Los precios internacionales sostenidos por la irrupción de la demanda masiva de alimentos por mega-mercados no tradicionales cuajaron con la revolución tecnológica en la agricultura y la ganadería de la mano de los agroquímicos y las nuevas maquinarias alumbrando saltos cualitativos en la productividad de la tierra, siembra directa considerada. Un fuerte desplazamiento del capital financiero especulativo hacia el sector agropecuario impulsó con inusitada fuerza rendimientos extraordinarios y la ampliación impensada de la “mancha verde” sojera a casi toda la superficie cultivable.
Creemos que este proceso fue insuficientemente analizado en sus efectos económicos y sociales. Creemos que es la causa excluyente del nuevo conglomerado social que da sustento al reverdecer del “modelo agroexportador” levantado entusiasta y agresivamente por los grupos económicos asociados a su suerte en la Mesa de Enlace, incluída su nueva niña mimada, la Federación Agraria. A ese tren se subió el oportunismo de la hasta entonces escuálida oposición, incluyendo sectores tradicionalmente poco proclives a compartir la cosmovisión de la Sociedad Rural, como gran parte del radicalismo. Y esto último es así bien que le pese a la izquierda y a parte del peronismo que se empeñan en regalar a la oligarquía los afectos de amplios sectores medios que el campo popular no puede ni debe resignar de sus filas.
En efecto, creemos que desde el campo popular hemos pecado en la subestimación de los efectos directos de ese fenómeno sobre las fuerzas sociales situadas en su área de influencia. Desde el núcleo de la pampa gringa cordobesa y santafesina con piso en los 30 quintales por hectárea y siembra directa, la revolución agraria fue extendiendo la mancha de “zona ocupada” a límites impensables, abarcando la casi totalidad de esas provincias, a las que se sumaron Entre Ríos, Santiago del Estero (llegó a ser cuarta productora de soja), La Pampa y grandes extensiones de la Provincia de Buenos Aires tradicionalmente afectadas a la ganadería.
Muchos de nuestros colonos se convirtieron en verdaderos pioneros de la expansión sojera por todo el territorio de la República desembarcando inclusive con su renta diferencial en las tierras fértiles de la medialuna boliviana y del Paraguay. Arrasaron a su paso con los campesinos de la economía agraria familiar de subsistencia que cobijaban los montes autóctonos, comprándoles sus propiedades o sus derechos con el producto de una cosecha, desmontando y arrojando los nuevos desocupados a los suburbios de pueblos y ciudades. Mientras en A Dos Voces se chichoneaba con la ocupación de tierras en el sur por algunos grandes capitalistas del Norte, capitalistas agrarios de nuevo cuño bien argentinos hacían lo propio en Bolivia y en Paraguay.
Frente al motor de la multiplicación de la renta capitalista o maximización de las ganancias, de poco valen los lamentos o las consideraciones éticas. Los malos modales (egoísmo, soberbia, prepotencia) de los exponentes de este proceso que comenzaron a mostrarse ahora en sociedad, no distan en realidad de la ética y modales propios de todos los burgueses capitalistas que en distintas latitudes y circunstancias históricas tuvieron oportunidad de asomar la cabeza en los procesos sociales cuando empezaron a juntar la plata en pala (acumulación de capital) y tuvieron que hacer frente a fuerzas o instituciones que trataron de ponerles límites.
¿Quiénes son? ¿Cuántos son? ¿Cómo son?
Y aquí viene la pregunta orientadora: ¿quiénes son? ¿cuántos son? ¿cómo son? ¿a quiénes influyen en forma directa….a quiénes indirectamente?. No nos interesan los de siempre, los que preexistieron al boom agrario; los que manejaron siempre los medios y la vidriera del modelo agro-exportador. Nos interesan las fuerzas de choque, el sustento social que hizo retroceder al gobierno popular.
En primer lugar, dejemos de lado el primero de los malentendidos. Buzzi representa a los nuevos “pequeños y medianos productores, a los pequeños y medianos rentistas agrarios y algunos cuantos más” que nada tienen que ver con la tradicional base de sustentación de la Federación Agraria de Humberto Volando, para no hablar de la graciosa comparación con los arrendatarios del Grito de Alcorta. De su nueva base social se puede afirmar que no son ni quieren ser los pequeños productores de antes, y sí los grandes beneficiarios de esta renta agraria sin la carga molesta del Estado, tal y como lo quieren sus organizaciones hermanas. Como ya dijimos, los campesinos de la agricultura de subsistencia ya fueron borrados, sin lucha, pero ahora con dolor porque como los despedidos que cobraron indemnización terminan dependiendo de la mano del Estado. Quizás los nuevos ricos vuelvan a entrar en contradicciones con la cúpula de la pirámide agraria cuando el proceso de concentración de la riqueza los vaya dejando sin tierras o bajen demasiado los precios de las comodities y tengan que prenderse a la teta del Estado para no ser fagocitados.
En la franja de los interesados directos debemos incluir a los “pequeños y medianos productores rurales y a los pequeños y medianos arrendadores agrarios”; también a los “pequeños y medianos arrendatarios rurales”; también debemos incluir a los “pequeños, medianos y grandes pools de siembra”. Aquí es donde empieza a ensancharse la base social del nuevo conglomerado agrario: incluye a todos los rentistas o inversionistas que atan su ganancia al rendimiento de la producción agraria, y aquí debemos incluir a productores que vendieron sus campos pero siguen en el negocio, comerciantes, profesionales, banqueros, empleados jerarquizados con capacidad de ahorro, etc., más numerosos cuanto más importante es el pool de siembra, alcanzando a sectores de residencia habitual en las ciudades.
El nuevo tipo de producción agraria suma otros sectores influyentes: el de los contratistas de las maquinarias agrícolas, almacenaje y transporte de granos, las compañías aseguradoras del riesgo agrario, las empresas industriales de producción de maquinarias agrícolas, la producción y comercialización de semillas y agroquímicos, los comercios y profesionales directamente vinculados a esos intereses.
A esos sectores debemos agregar otros que guardan una relación más indirecta pero que cuando más vinculados geográficamente a la zona productora terminan condicionados en una férrea red de pequeños intereses y complicidades. Todo el rubro de la construcción: arquitectos, ingenieros, constructores, albañiles, pintores, carpinteros, gasistas, plomeros, incluidos sus estudios y pequeñas empresas. La capacidad movilizadora de la población estudiantil en la ciudad de Córdoba durante el conflicto agrario dan una muestra palpable de la fuerza dinamizadora del boom inmobiliario de los últimos años. Cabe suponer que ese mismo fenómeno se ha producido en ciudades como Río Cuarto, Villa María y numerosas ciudades del interior de las Provincias ya mencionadas alcanzadas por la mancha verde. Lo mismo ocurre con la comercialización de las motos, automotores y maquinarias agrícolas.
Quizás lo más apropiado sería preguntarnos quiénes no son alcanzados directa o indirectamente por la bonanza agraria. Allí podríamos situar los empleados públicos estatales nacionales, provinciales y municipales, los docentes y los jubilados. En pueblos y ciudades donde el derrame de la renta agraria influye mucho sobre el comercio, sería improcedente situar en este campo a los empleados de comercio.
El gran error, primero del gobierno y luego de la mayoría casi absoluta de la intelectualidad encolumnada en posiciones nacionales y populares, fue emblocar a toda esta red de intereses económicos de predominante clase media con la Sociedad Rural. La confusión no estribó en el aspecto ideológico o político, donde sin duda ambas fuerzas confluyeron tras el pragmatismo de la máxima ganancia. El error de estimación consistió en suponer que las posibilidades hegemónicas de este nuevo conglomerado de intereses económicos en el conjunto social sería tan limitado y elitista como el que la Sociedad Rural ha desplegado en la historia de nuestro país desde la irrupción de los gobiernos populares, debiendo entonces suplir esa impotencia apelando a los golpes militares.
La copa de la abundancia del capital financiero y del capital agrario concentrado en la oligarquía terrateniente no derrama sobre el resto de la sociedad. El error está en equiparar a un típico representante de la Sociedad Rural con estos ricos de nueva cepa. No porque piensen distinto. Es porque son distintos. El oligarca vive, consume e invierte en espacios limitados donde opera a sus anchas el capital concentrado y fuga todo lo que puede. El nuevo agricultor o rentista agrario compra, invierte, prospera y motoriza la economía de los lugares donde reside, y el capital que acumula aún a través de la evasión de los impuestos, muere en la región y sus aledaños, aunque sea en derroches suntuosos e improductivos.
Que el 80% de la riqueza agraria pertenezca al 20% de los productores por la concentración abusiva de los beneficios muestra la distorsión de la estructura agraria y es una realidad a cambiar. Pero lo que no se tuvo en cuenta es la capacidad multiplicadora del 20% de riqueza restante motorizada por el 80% de los productores menores y diseminados en el territorio. En amplias zonas agrarias la desocupación había desaparecido o estaba en franca disminución con anterioridad al ascenso de Kirchner al poder. Y no sólo por la bonanza de los pequeños o medianos productores. La zona de influencia de la cerealera de Urquía mostraba esa realidad y se ufanaba de ello y del valor agregado a sus productos. Esos grandes negocios les permitieron ser visualizados hasta por el mismo gobierno como parte de la nueva burguesía en que sustentar un nuevo proceso de desarrollo. Así fueron erróneamente catapultados a participar del poder político y le fueron facilitados por diversos medios la profundización de sus negocios.
El Estado, obviamente necesitado de caja para hacer frente a las obligaciones internacionales, no puso dique a la expansión sojera. Cuando quiso hacerlo comprobó demasiado tarde que no podía hacerlo sin enfrentar una formidable resistencia. El gobierno creyó que se trataba de los conocidos enemigos de siempre. Pero no: la soja había traccionado con sus rindes toda o casi toda la economía agraria y el nuevo conglomerado social multiplicado bajo su nueva alfombra verde extendida. Y muchos aliados naturales de la economía agraria familiar ya habían sido arrojados a las lindes de los pueblos, actuales o futuros planes Jefes o Jefas de hogar.
Esta realidad no se debe minimizar. Estamos hablando de Córdoba, Rosario, Río Cuarto, Bahía Blanca, Tandil, Pergamino, Venado Tuerto, Firmat, Casilda, Rafaela, Villa María, San Francisco, Olavarria, Junín, Rufino, Paraná, Santa Fe, Bell Ville, La Plata, Marcos Juarez, San Nicolás, Villa Constitución, Arrecifes, Gualeguaychu, Coronel Suarez, General Pueyrredon, Dolores, Rojas, Azul ,Chacabuco, Chascomús, Coronel Pringles, Coronel Borrego, Colón, Bragado, Saladillo, y cientos de pueblos del interior de esas provincias. En todas esas ciudades el Frente para la Victoria fue duplicado o triplicado por la sumatoria de la Coalición Cívica y la Union PRO, claramente alineados con el modelo agroexportador excluyente. Y ello no sólo en provincias díscolas, donde el aparato de gobierno no respondía a la estrategia electoral del gobierno popular, como Córdoba o Santa Fe, sino también en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, con un gobernador dócil –hasta ahora- a los dictados de la estrategia del gobierno popular.
La respuesta popular
Frente a esas cifras duras de la expansión agraria capital-intensiva, deformante sí y trabajo-excluyente y sin futuro en términos de patria grande, con todo el despliegue mediático de que son capaces de hacer gala los enemigos de siempre, qué se le ofrecía desde el campo popular, desde el otro modelo posible?
En términos de fuerzas productivas, poco. El capital concentrado en la industria, que lucía como aliado natural de un modelo industrial inclusivo, mostró rápidamente su caracter dependiente del exterior y prebendario: o sea con la mirada puesta más en las ventajas y beneficios que fluyen del Estado antes que en la reinversión de sus fuertes ganancias coyunturales. Sólo las Pymes, con toda su fragilidad y dependencia financiera respondieron como aliados naturales, pero necesitadas de tiempo y de una política de estado coherentemente planificada para su fomento y desarrollo en el corto, mediano y largo plazo
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Las columnas de desempleados y piqueteros liderados por D´Elía por un lado, y la clase trabajadora nucleada en la CGT de Moyano sí jugaron su peso relativo, orgánico y decidido con una concentración masiva de importancia, claramente encolumnadas en el apoyo al gobierno. No ocurrió lo mismo con otros sectores que siguieron a sus dirigentes jugados a la oposición justicialista. Tampoco lucieron las huestes de la CTA como puntales de este proyecto. Parte importante de sus bases y dirigentes privilegiaron su condición crítica de las limitaciones del kirchnerismo y fugaron hacia otras alternativas o mantuvieron una actitud prescindente y reservando sus energías en acciones reclamativas de reivindicaciones insatisfechas.
En el menú de logros del gobierno capaces de atraer al electorado hacia el modelo nacional y popular lucen varios aciertos que son fácilmente ponderables por un público iniciado y con cierto grado de formación política, con lo que ya estamos adelantando sus límites cuantitativos.
La polìtica del gobierno en materia de derechos humanos no ha podido ser esmerilada por el complejo mediático a disposición de la oposición, pero entonces volcaron toda su energía en potenciar otra demanda insatisfecha que sí conviene a sus intereses: la inseguridad. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos jugaron decididamente su apoyo al gobierno. Sin embargo, pareciera que el tema de los derechos humanos constituye ahora una “demanda satisfecha” para un gran sector de la población, perdiendo su importancia en el reclamo social y con ello su gravitación electoral.
También contamos a favor con una posición internacional independiente y soberana, latinoamericanista y solidaria con las mayorías populares. Impecable en todos los foros internacionales, con una decisión y audacia que no recordamos en nuestra historia. Pero este factor no parece ser suficientemente ponderado por nuestro pueblo, habida cuenta que el posicionamiento internacional menemista no atrajo en su momento la condena social que merecía. Este sentimiento nacionalista parece reclamar nutrientes más profundas que las disponibles desde hace varios años en el campo de la cultura y la educación popular.
La recuperación de Aerolíneas Argentinas, de empresas de servicios públicos privatizados y de las fábricas militares, de aviones y de explosivos, son pasos significativos hacia el modelo nacional y popular. Pero sabemos que transitamos los primeros pasos y que por tanto no pueden ser mostradas en su plenitud expansiva para lograr su visualización por una población que simultáneamente es sometida al sabotaje mediático por los intereses afectados.
La estatización de la administración de los fondos de las AFJP es otro paso audaz y gravitante en la misma dirección. Pero requiere tiempo y una aplicación directa hacia beneficios materiales, claramente perceptibles por los sectores beneficiados. La presencia de un representante de la ANSES en los directorios de las empresas en que se encuentran invertidos los fondos sólo gravitan en un público iniciado en el manejo de los recursos económicos.
Los beneficios jubilatorios acordados por el gobierno a los sectores más desamparados de la sociedad sí constituyen un factor de clara incidencia en la consideración ciudadana. Pero así y todo, el piso desde el que se parte para la recuperación de las jubilaciones es tan bajo que obliga a respetar la actitud de gran parte del electorado que depositó más en su voto la magnitud de sus aspiraciones que la medida de lo recibido, aunque sólo sea con este gobierno u otro que profundice la dirección actual que las pueda conseguir.
Respuestas mirando al 2011 y más allá.
¿Qué nos queda de lo dicho y pese a todo lo omitido y lo dado por supuesto? Que la respuesta popular parece más permeable a los datos duros de la economía que a los discursos, las vidrieras de los modelos o la proyección de realidades futuras. Incluso, a las políticas de alianzas. Cuando Perón hizo el 17 de Octubre la sustitución de importaciones ya había succionado del campo a las ciudades los contingentes de trabajadores no sindicalizados que llenaron la Plaza de Mayo y tanto Savio como Mosconi habían hecho lo suyo para que esas mayorías populares le pusieran contenido a la antinomia Braden o Perón.
Para mover las variables duras de la realidad apelamos a los reclamos permanentes de uno de los representantes más claros del pensamiento nacional, Enrique Lacolla, no por casualidad de las primeras voces acalladas por el complejo mediático durante el conflicto agrario.
“Una política estructural de crecimiento sólo puede ser determinada por la afectación de las áreas decisivas en las que se funda el poder de la oligarquía agroempresaria: el área fiscal, con una reforma tributaria que favorezca una distribución más equitativa de la renta y potencie al Estado para llevar adelante un programa de industrialización sistemático; y el ámbito financiero, donde hay que acotar la fuga de capitales en que se ha especializado la Citi porteña.” Un gobierno en la encrucijada. 11/07/09
“la amenaza de regresión socioeconómica que supone la actual situación no puede ser enfrentada sin un discurso esclarecedor y agresivo respecto de los problemas de fondo que aquejan al país. Entre ellos están la pésima distribución de la renta, fruto de la falta de una reforma fiscal progresiva; la carencia de una ley de comunicaciones audiovisuales que permita romper el monopolio de los grandes conglomerados de prensa, propaladores del discurso único del sistema; la necesidad de diseñar un proyecto de desarrollo a gran escala que haga hincapié en la industrialización y la potencie con la creación o la recuperación de una red caminera y ferroviaria; el fortalecimiento de las industrias para la defensa, abandonadas después de Malvinas y que tienen un efecto multiplicador en el campo tecnológico; la generación de una educación provista de elementos atractivos y capaces de dilucidar los problemas del país a partir de una comprensión realista de su historia, y una política sanitaria que llegue a todos los rincones de la nación”
El dilema de Cristina.25/07/09
Tanto Nestor Kirchner como Cristina Fernandez han dado muestras de la audacia necesaria para dar pasos importantes en esa dirección. Nuestra tarea no puede ser otra que apoyar y empujar a este gobierno desde la organización popular para que profundice y apure ese único camino posible. Abusando de Lacolla, este gobierno, “pese a sus errores y renuncios sigue siendo la única autoridad legalmente elegida y es asimismo depositario de una ideología que escapa al discurso único del mercado, para que asuma los deberes que impone la hora. Es mejor ser derrotado combatiendo que deshilacharse en una triste agonía. De una derrota se sale. De una abdicación no.
iniciativapopularcs@gmail.com
REFLEXIONA
A DOS MESES DE LAS ELECCIONES
“Análisis de la coyuntura después del 28 de Junio”
Escribe por Iniciativa Popular C.S. Pedro Mondonio.
Ingeniería electoral cordobesa.
Es cierto que desde su acceso al gobierno el kirchnerismo fue incapaz de articular formas de participación y de organización popular que dieran sustento a las audaces medidas de gobierno que iba adoptando, tal como lo habíamos afirmado desde Iniciativa Popular después de la dolorosa experiencia vivida cuando el acceso de Schiaretti a la gobernación, perpetuando la permanencia del delasotismo, o sea del menem-cavallismo en la Provincia de Córdoba.
La ingeniería electoral elaborada por el kirchnerismo en la Provincia no podría haber generado resultados más lamentables. En pocos lugares del mapa electoral nacional los ruralistas pueden mostrarse más satisfechos con sus logros: consiguieron a) resucitar al Radicalismo por derecha; b) permitir a Juez convertirse en primera minoría también por derecha, después de haberse desguasado de todo el progresismo que lo había catapultado como opción antidelasotista; c) dejar indemne a Schiaretti en su condición de primera minoría en la mayoría absoluta de los departamentos del interior provincial, superando con holgura la prueba de la supuesta “fractura” del PJ ante la “jugada maestra” del tandem Jaime-Riutort.
Increíble pero real: el menem-cavallismo cordobés concluyó con senadores y diputados funcionales a la imagen pregonada por su gobernador: paladín de la defensa de los “intereses provinciales” frente al gobierno nacional y punta de lanza de la restauración conservadora liberal en la nación. La de Schiaretti y De la Sota sí que es una muestra indudable de maestría polìtica: haberse sostenido durante diez años sin mengua para sus ambiciones polìticas en una de las provincias más importantes de la República respetando a machamartillo la polìtica neoliberal menemista, después de haber fundido impunemente la economía provincial, cuya responsabilidad endosaron a la Nación con la sola denuncia de Don Salvador Treber, a quien aislaron como díscolo francotirador con el concurso cómplice de casi todo el periodismo y la sociedad cordobesa.
Accesoriamente, puede afirmarse que Córdoba es el lugar donde el kirchnerismo fue aislado y derrotado en toda la línea por la oposición más pacífica y concordantemente expuesta a la opinión pública provincial sin fisuras, o sea sin que haya contado una voz que lo defendiera con claridad y resolución. Sólo Carta Abierta y otros grupos políticos y sociales de contenido nacional y popular nacidos espontáneamente como respuesta a la avanzada neoliberal y aislados entre sí, hicieron oir sus voces sin vergüenza e intentaron apoyar aún desde posiciones críticas al gobierno de Cristina desde las banderas de la patria grande, por fuera de toda estructura de política de poder. La presencia aún incierta de Carmen Nebreda en el congreso de la Nación es la única ficha caída del lado del campo popular.
Razones ciertas pero insuficientes de una derrota nacional
Existe una fuerte inclinación a adjudicar a la “inestabilidad e inconsecuencia” de las clases medias de la sociedad argentina gran parte de la responsabilidad del resultado electoral del 28 de Junio.
Primer reparo: estas elecciones pusieron sobre el tapete también la inestabilidad e inconsecuencia de la clase trabajadora. En Córdoba, la clase trabajadora dividió sus afectos entre Schiaretti (menem-cavallista pro-sojero) Juez (oportunista-pro-sojero) y Mestre (demoliberal pro-sojero). De modo que si la recuperación del proyecto nacional y popular exige el “rescate” de importantes sectores de la clase media, también ocurre lo mismo con importantes sectores de la clase trabajadora.
¿Es un problema que reside en el manejo del aparato mediático a consecuencia de los nuevos rasgos de la sociedad “virtual”? ¿Es en consecuencia la nueva Ley de Medios Audiovisuales la panacea?
Segundo reparo: Si bien el acoso mediático llegó a ser opresivo e indudablemente efectivo, no debemos olvidar que el pueblo argentino fue sometido durante muchos años al mismo torpedeo, lo que no obstó a resonantes victorias electorales del campo popular. La resistencia peronista llegó a tener prohibido hasta el uso de sus símbolos emblemáticos junto con la más monolítica propaganda antiperonista de la oposición. No basta la opresión discursiva para torcer la conciencia adquirida y cimentada por razones materiales profundas. Cambiar la opinión de un productor sojero a fuerza de discursos es tarea tan inútil como la de convencer a un peronista que vote en contra de quien puso en su horizonte de vida el derecho a casa, educación y salud para sí y para toda su familia.
¿Fué, es, un problema de comunicación, de elaboración del mensaje?
Creemos que no. Creemos que desde mucho tiempo a la fecha la disyuntiva electoral no había sido más inteligentemente planteada que en esta ocasión. Tanto en lo que hace al carácter plebiscitario de la gestión de gobierno como al enfrentamiento entre dos modelos o dos proyectos de país. Pocas veces hemos tenido elecciones donde se hubiera puesto a la consideración del pueblo la opción entre un país industrial inclusivo con intervención decidida del estado y un país agro-exportador excluyente, librado a las fuerzas del mercado. En trazos gruesos, esa alternativa fue planteada. Y los voceros de la posición nacional y popular fueron Nestor Kirchner y Cristina Fernandez, ambos máximos jefes del gobierno que intentó, con todas sus contradicciones, llevar adelante la alternativa popular, con no pocos y hasta no hace mucho impensables aciertos en su haber. Y nadie puede negar que sus discursos fueron lo suficientemente claros y terminantes, al par que distintos y enfrentados a los de la oposición. Nadie tuvo expositores más limitados, vacíos y superficiales que la oposición.
¿Son las demandas anticorrupción insatisfechas las que arrojaron a la oposición a grandes sectores populares?
Creemos que no. Creemos sí que un sector importante pero para nada decisivo puede haber sido llevado a un voto repudio a las inconsecuencias del gobierno también en esta materia, tanto por la dudosa conducta de algunos referentes de sus propias filas como a la conducta concesiva o prescindente frente al despliegue de personajes comprometidos en tales prácticas. Pero los resonantes triunfos electorales de los máximos exponentes de la corrupción en funciones de gobierno durante el menemismo excluyen toda posibilidad de asignar a este factor una incidencia determinante en la derrota del gobierno. La sola presencia del más sospechado de los candidatos de la oposición y máximo triunfador nos ahorra mayores fundamentos.
¿Fue el abandono de la política de alianzas de los Kirchner? ¿El tránsito que va del transversalismo al apoyo en la estructura tradicional del Partido Justicialista, los mentados gordos del conurbano bonaerense?
Creemos que no. Creemos que fue un error lamentable sobre todo en proyección a futuro, porque puso en riesgo la andadura del proyecto nacional y popular al desorientar incipientes pero seguras columnas en crecimiento con su enfático viraje hacia quienes hacen de su acumulación de poder y del pragmatismo político su razón de ser; pero no podemos afirmar cándidamente que los referentes o las organizaciones políticas que florecen en defensa del gobierno popular hubieran contrarrestado, en esta coyuntura, el caudal electoral del aparato justicialista que le permitió al menos empardar la debacle producida en el interior de la Provincia de Buenos Aires.
A los factores apuntados los reconocemos como reales e incidiendo en los resultados, pero no de modo determinante. La gravosa e inconducente práctica en la gestión de gobierno de desplazar a los funcionarios más competentes por especulaciones electorales o el abandono de aliados seguros y eficaces pero poco proclives a los apoyos incondicionales, también horadaron el prestigio del gobierno y la credibilidad de muchos compañeros que adhieren a posiciones progresistas. Basta ver el empacho de votos de Pino Solanas a expensas del gobierno, con especulación oportunista incluída.
La razón profunda.
Para intentar explicar la magnitud de la derrota, queremos hacer centro en datos duros de la realidad material.
Llamamos datos duros de la realidad material a factores determinantes de la realidad económica que incidieron directamente sobre la voluntad del electorado. El proceso de cambio de la situación económica en la República Argentina vino de la mano de la “revolución agraria”. La revolución agraria consistió básicamente en el desplazamiento de la producción agrícola tradicional trabajo intensiva en esta nueva producción agrícola capital-intensiva. Los precios internacionales sostenidos por la irrupción de la demanda masiva de alimentos por mega-mercados no tradicionales cuajaron con la revolución tecnológica en la agricultura y la ganadería de la mano de los agroquímicos y las nuevas maquinarias alumbrando saltos cualitativos en la productividad de la tierra, siembra directa considerada. Un fuerte desplazamiento del capital financiero especulativo hacia el sector agropecuario impulsó con inusitada fuerza rendimientos extraordinarios y la ampliación impensada de la “mancha verde” sojera a casi toda la superficie cultivable.
Creemos que este proceso fue insuficientemente analizado en sus efectos económicos y sociales. Creemos que es la causa excluyente del nuevo conglomerado social que da sustento al reverdecer del “modelo agroexportador” levantado entusiasta y agresivamente por los grupos económicos asociados a su suerte en la Mesa de Enlace, incluída su nueva niña mimada, la Federación Agraria. A ese tren se subió el oportunismo de la hasta entonces escuálida oposición, incluyendo sectores tradicionalmente poco proclives a compartir la cosmovisión de la Sociedad Rural, como gran parte del radicalismo. Y esto último es así bien que le pese a la izquierda y a parte del peronismo que se empeñan en regalar a la oligarquía los afectos de amplios sectores medios que el campo popular no puede ni debe resignar de sus filas.
En efecto, creemos que desde el campo popular hemos pecado en la subestimación de los efectos directos de ese fenómeno sobre las fuerzas sociales situadas en su área de influencia. Desde el núcleo de la pampa gringa cordobesa y santafesina con piso en los 30 quintales por hectárea y siembra directa, la revolución agraria fue extendiendo la mancha de “zona ocupada” a límites impensables, abarcando la casi totalidad de esas provincias, a las que se sumaron Entre Ríos, Santiago del Estero (llegó a ser cuarta productora de soja), La Pampa y grandes extensiones de la Provincia de Buenos Aires tradicionalmente afectadas a la ganadería.
Muchos de nuestros colonos se convirtieron en verdaderos pioneros de la expansión sojera por todo el territorio de la República desembarcando inclusive con su renta diferencial en las tierras fértiles de la medialuna boliviana y del Paraguay. Arrasaron a su paso con los campesinos de la economía agraria familiar de subsistencia que cobijaban los montes autóctonos, comprándoles sus propiedades o sus derechos con el producto de una cosecha, desmontando y arrojando los nuevos desocupados a los suburbios de pueblos y ciudades. Mientras en A Dos Voces se chichoneaba con la ocupación de tierras en el sur por algunos grandes capitalistas del Norte, capitalistas agrarios de nuevo cuño bien argentinos hacían lo propio en Bolivia y en Paraguay.
Frente al motor de la multiplicación de la renta capitalista o maximización de las ganancias, de poco valen los lamentos o las consideraciones éticas. Los malos modales (egoísmo, soberbia, prepotencia) de los exponentes de este proceso que comenzaron a mostrarse ahora en sociedad, no distan en realidad de la ética y modales propios de todos los burgueses capitalistas que en distintas latitudes y circunstancias históricas tuvieron oportunidad de asomar la cabeza en los procesos sociales cuando empezaron a juntar la plata en pala (acumulación de capital) y tuvieron que hacer frente a fuerzas o instituciones que trataron de ponerles límites.
¿Quiénes son? ¿Cuántos son? ¿Cómo son?
Y aquí viene la pregunta orientadora: ¿quiénes son? ¿cuántos son? ¿cómo son? ¿a quiénes influyen en forma directa….a quiénes indirectamente?. No nos interesan los de siempre, los que preexistieron al boom agrario; los que manejaron siempre los medios y la vidriera del modelo agro-exportador. Nos interesan las fuerzas de choque, el sustento social que hizo retroceder al gobierno popular.
En primer lugar, dejemos de lado el primero de los malentendidos. Buzzi representa a los nuevos “pequeños y medianos productores, a los pequeños y medianos rentistas agrarios y algunos cuantos más” que nada tienen que ver con la tradicional base de sustentación de la Federación Agraria de Humberto Volando, para no hablar de la graciosa comparación con los arrendatarios del Grito de Alcorta. De su nueva base social se puede afirmar que no son ni quieren ser los pequeños productores de antes, y sí los grandes beneficiarios de esta renta agraria sin la carga molesta del Estado, tal y como lo quieren sus organizaciones hermanas. Como ya dijimos, los campesinos de la agricultura de subsistencia ya fueron borrados, sin lucha, pero ahora con dolor porque como los despedidos que cobraron indemnización terminan dependiendo de la mano del Estado. Quizás los nuevos ricos vuelvan a entrar en contradicciones con la cúpula de la pirámide agraria cuando el proceso de concentración de la riqueza los vaya dejando sin tierras o bajen demasiado los precios de las comodities y tengan que prenderse a la teta del Estado para no ser fagocitados.
En la franja de los interesados directos debemos incluir a los “pequeños y medianos productores rurales y a los pequeños y medianos arrendadores agrarios”; también a los “pequeños y medianos arrendatarios rurales”; también debemos incluir a los “pequeños, medianos y grandes pools de siembra”. Aquí es donde empieza a ensancharse la base social del nuevo conglomerado agrario: incluye a todos los rentistas o inversionistas que atan su ganancia al rendimiento de la producción agraria, y aquí debemos incluir a productores que vendieron sus campos pero siguen en el negocio, comerciantes, profesionales, banqueros, empleados jerarquizados con capacidad de ahorro, etc., más numerosos cuanto más importante es el pool de siembra, alcanzando a sectores de residencia habitual en las ciudades.
El nuevo tipo de producción agraria suma otros sectores influyentes: el de los contratistas de las maquinarias agrícolas, almacenaje y transporte de granos, las compañías aseguradoras del riesgo agrario, las empresas industriales de producción de maquinarias agrícolas, la producción y comercialización de semillas y agroquímicos, los comercios y profesionales directamente vinculados a esos intereses.
A esos sectores debemos agregar otros que guardan una relación más indirecta pero que cuando más vinculados geográficamente a la zona productora terminan condicionados en una férrea red de pequeños intereses y complicidades. Todo el rubro de la construcción: arquitectos, ingenieros, constructores, albañiles, pintores, carpinteros, gasistas, plomeros, incluidos sus estudios y pequeñas empresas. La capacidad movilizadora de la población estudiantil en la ciudad de Córdoba durante el conflicto agrario dan una muestra palpable de la fuerza dinamizadora del boom inmobiliario de los últimos años. Cabe suponer que ese mismo fenómeno se ha producido en ciudades como Río Cuarto, Villa María y numerosas ciudades del interior de las Provincias ya mencionadas alcanzadas por la mancha verde. Lo mismo ocurre con la comercialización de las motos, automotores y maquinarias agrícolas.
Quizás lo más apropiado sería preguntarnos quiénes no son alcanzados directa o indirectamente por la bonanza agraria. Allí podríamos situar los empleados públicos estatales nacionales, provinciales y municipales, los docentes y los jubilados. En pueblos y ciudades donde el derrame de la renta agraria influye mucho sobre el comercio, sería improcedente situar en este campo a los empleados de comercio.
El gran error, primero del gobierno y luego de la mayoría casi absoluta de la intelectualidad encolumnada en posiciones nacionales y populares, fue emblocar a toda esta red de intereses económicos de predominante clase media con la Sociedad Rural. La confusión no estribó en el aspecto ideológico o político, donde sin duda ambas fuerzas confluyeron tras el pragmatismo de la máxima ganancia. El error de estimación consistió en suponer que las posibilidades hegemónicas de este nuevo conglomerado de intereses económicos en el conjunto social sería tan limitado y elitista como el que la Sociedad Rural ha desplegado en la historia de nuestro país desde la irrupción de los gobiernos populares, debiendo entonces suplir esa impotencia apelando a los golpes militares.
La copa de la abundancia del capital financiero y del capital agrario concentrado en la oligarquía terrateniente no derrama sobre el resto de la sociedad. El error está en equiparar a un típico representante de la Sociedad Rural con estos ricos de nueva cepa. No porque piensen distinto. Es porque son distintos. El oligarca vive, consume e invierte en espacios limitados donde opera a sus anchas el capital concentrado y fuga todo lo que puede. El nuevo agricultor o rentista agrario compra, invierte, prospera y motoriza la economía de los lugares donde reside, y el capital que acumula aún a través de la evasión de los impuestos, muere en la región y sus aledaños, aunque sea en derroches suntuosos e improductivos.
Que el 80% de la riqueza agraria pertenezca al 20% de los productores por la concentración abusiva de los beneficios muestra la distorsión de la estructura agraria y es una realidad a cambiar. Pero lo que no se tuvo en cuenta es la capacidad multiplicadora del 20% de riqueza restante motorizada por el 80% de los productores menores y diseminados en el territorio. En amplias zonas agrarias la desocupación había desaparecido o estaba en franca disminución con anterioridad al ascenso de Kirchner al poder. Y no sólo por la bonanza de los pequeños o medianos productores. La zona de influencia de la cerealera de Urquía mostraba esa realidad y se ufanaba de ello y del valor agregado a sus productos. Esos grandes negocios les permitieron ser visualizados hasta por el mismo gobierno como parte de la nueva burguesía en que sustentar un nuevo proceso de desarrollo. Así fueron erróneamente catapultados a participar del poder político y le fueron facilitados por diversos medios la profundización de sus negocios.
El Estado, obviamente necesitado de caja para hacer frente a las obligaciones internacionales, no puso dique a la expansión sojera. Cuando quiso hacerlo comprobó demasiado tarde que no podía hacerlo sin enfrentar una formidable resistencia. El gobierno creyó que se trataba de los conocidos enemigos de siempre. Pero no: la soja había traccionado con sus rindes toda o casi toda la economía agraria y el nuevo conglomerado social multiplicado bajo su nueva alfombra verde extendida. Y muchos aliados naturales de la economía agraria familiar ya habían sido arrojados a las lindes de los pueblos, actuales o futuros planes Jefes o Jefas de hogar.
Esta realidad no se debe minimizar. Estamos hablando de Córdoba, Rosario, Río Cuarto, Bahía Blanca, Tandil, Pergamino, Venado Tuerto, Firmat, Casilda, Rafaela, Villa María, San Francisco, Olavarria, Junín, Rufino, Paraná, Santa Fe, Bell Ville, La Plata, Marcos Juarez, San Nicolás, Villa Constitución, Arrecifes, Gualeguaychu, Coronel Suarez, General Pueyrredon, Dolores, Rojas, Azul ,Chacabuco, Chascomús, Coronel Pringles, Coronel Borrego, Colón, Bragado, Saladillo, y cientos de pueblos del interior de esas provincias. En todas esas ciudades el Frente para la Victoria fue duplicado o triplicado por la sumatoria de la Coalición Cívica y la Union PRO, claramente alineados con el modelo agroexportador excluyente. Y ello no sólo en provincias díscolas, donde el aparato de gobierno no respondía a la estrategia electoral del gobierno popular, como Córdoba o Santa Fe, sino también en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, con un gobernador dócil –hasta ahora- a los dictados de la estrategia del gobierno popular.
La respuesta popular
Frente a esas cifras duras de la expansión agraria capital-intensiva, deformante sí y trabajo-excluyente y sin futuro en términos de patria grande, con todo el despliegue mediático de que son capaces de hacer gala los enemigos de siempre, qué se le ofrecía desde el campo popular, desde el otro modelo posible?
En términos de fuerzas productivas, poco. El capital concentrado en la industria, que lucía como aliado natural de un modelo industrial inclusivo, mostró rápidamente su caracter dependiente del exterior y prebendario: o sea con la mirada puesta más en las ventajas y beneficios que fluyen del Estado antes que en la reinversión de sus fuertes ganancias coyunturales. Sólo las Pymes, con toda su fragilidad y dependencia financiera respondieron como aliados naturales, pero necesitadas de tiempo y de una política de estado coherentemente planificada para su fomento y desarrollo en el corto, mediano y largo plazo
.
Las columnas de desempleados y piqueteros liderados por D´Elía por un lado, y la clase trabajadora nucleada en la CGT de Moyano sí jugaron su peso relativo, orgánico y decidido con una concentración masiva de importancia, claramente encolumnadas en el apoyo al gobierno. No ocurrió lo mismo con otros sectores que siguieron a sus dirigentes jugados a la oposición justicialista. Tampoco lucieron las huestes de la CTA como puntales de este proyecto. Parte importante de sus bases y dirigentes privilegiaron su condición crítica de las limitaciones del kirchnerismo y fugaron hacia otras alternativas o mantuvieron una actitud prescindente y reservando sus energías en acciones reclamativas de reivindicaciones insatisfechas.
En el menú de logros del gobierno capaces de atraer al electorado hacia el modelo nacional y popular lucen varios aciertos que son fácilmente ponderables por un público iniciado y con cierto grado de formación política, con lo que ya estamos adelantando sus límites cuantitativos.
La polìtica del gobierno en materia de derechos humanos no ha podido ser esmerilada por el complejo mediático a disposición de la oposición, pero entonces volcaron toda su energía en potenciar otra demanda insatisfecha que sí conviene a sus intereses: la inseguridad. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos jugaron decididamente su apoyo al gobierno. Sin embargo, pareciera que el tema de los derechos humanos constituye ahora una “demanda satisfecha” para un gran sector de la población, perdiendo su importancia en el reclamo social y con ello su gravitación electoral.
También contamos a favor con una posición internacional independiente y soberana, latinoamericanista y solidaria con las mayorías populares. Impecable en todos los foros internacionales, con una decisión y audacia que no recordamos en nuestra historia. Pero este factor no parece ser suficientemente ponderado por nuestro pueblo, habida cuenta que el posicionamiento internacional menemista no atrajo en su momento la condena social que merecía. Este sentimiento nacionalista parece reclamar nutrientes más profundas que las disponibles desde hace varios años en el campo de la cultura y la educación popular.
La recuperación de Aerolíneas Argentinas, de empresas de servicios públicos privatizados y de las fábricas militares, de aviones y de explosivos, son pasos significativos hacia el modelo nacional y popular. Pero sabemos que transitamos los primeros pasos y que por tanto no pueden ser mostradas en su plenitud expansiva para lograr su visualización por una población que simultáneamente es sometida al sabotaje mediático por los intereses afectados.
La estatización de la administración de los fondos de las AFJP es otro paso audaz y gravitante en la misma dirección. Pero requiere tiempo y una aplicación directa hacia beneficios materiales, claramente perceptibles por los sectores beneficiados. La presencia de un representante de la ANSES en los directorios de las empresas en que se encuentran invertidos los fondos sólo gravitan en un público iniciado en el manejo de los recursos económicos.
Los beneficios jubilatorios acordados por el gobierno a los sectores más desamparados de la sociedad sí constituyen un factor de clara incidencia en la consideración ciudadana. Pero así y todo, el piso desde el que se parte para la recuperación de las jubilaciones es tan bajo que obliga a respetar la actitud de gran parte del electorado que depositó más en su voto la magnitud de sus aspiraciones que la medida de lo recibido, aunque sólo sea con este gobierno u otro que profundice la dirección actual que las pueda conseguir.
Respuestas mirando al 2011 y más allá.
¿Qué nos queda de lo dicho y pese a todo lo omitido y lo dado por supuesto? Que la respuesta popular parece más permeable a los datos duros de la economía que a los discursos, las vidrieras de los modelos o la proyección de realidades futuras. Incluso, a las políticas de alianzas. Cuando Perón hizo el 17 de Octubre la sustitución de importaciones ya había succionado del campo a las ciudades los contingentes de trabajadores no sindicalizados que llenaron la Plaza de Mayo y tanto Savio como Mosconi habían hecho lo suyo para que esas mayorías populares le pusieran contenido a la antinomia Braden o Perón.
Para mover las variables duras de la realidad apelamos a los reclamos permanentes de uno de los representantes más claros del pensamiento nacional, Enrique Lacolla, no por casualidad de las primeras voces acalladas por el complejo mediático durante el conflicto agrario.
“Una política estructural de crecimiento sólo puede ser determinada por la afectación de las áreas decisivas en las que se funda el poder de la oligarquía agroempresaria: el área fiscal, con una reforma tributaria que favorezca una distribución más equitativa de la renta y potencie al Estado para llevar adelante un programa de industrialización sistemático; y el ámbito financiero, donde hay que acotar la fuga de capitales en que se ha especializado la Citi porteña.” Un gobierno en la encrucijada. 11/07/09
“la amenaza de regresión socioeconómica que supone la actual situación no puede ser enfrentada sin un discurso esclarecedor y agresivo respecto de los problemas de fondo que aquejan al país. Entre ellos están la pésima distribución de la renta, fruto de la falta de una reforma fiscal progresiva; la carencia de una ley de comunicaciones audiovisuales que permita romper el monopolio de los grandes conglomerados de prensa, propaladores del discurso único del sistema; la necesidad de diseñar un proyecto de desarrollo a gran escala que haga hincapié en la industrialización y la potencie con la creación o la recuperación de una red caminera y ferroviaria; el fortalecimiento de las industrias para la defensa, abandonadas después de Malvinas y que tienen un efecto multiplicador en el campo tecnológico; la generación de una educación provista de elementos atractivos y capaces de dilucidar los problemas del país a partir de una comprensión realista de su historia, y una política sanitaria que llegue a todos los rincones de la nación”
El dilema de Cristina.25/07/09
Tanto Nestor Kirchner como Cristina Fernandez han dado muestras de la audacia necesaria para dar pasos importantes en esa dirección. Nuestra tarea no puede ser otra que apoyar y empujar a este gobierno desde la organización popular para que profundice y apure ese único camino posible. Abusando de Lacolla, este gobierno, “pese a sus errores y renuncios sigue siendo la única autoridad legalmente elegida y es asimismo depositario de una ideología que escapa al discurso único del mercado, para que asuma los deberes que impone la hora. Es mejor ser derrotado combatiendo que deshilacharse en una triste agonía. De una derrota se sale. De una abdicación no.
¿Que te pasa, oposición?
¿Que te pasa, oposición?
La oposición salió fortalecida de las últimas elecciones, pero desde entonces parece desdibujada frente a un gobierno hábil en generar acontecimientos y marcar la agenda. Atrapado en enfrentamientos internos y dificultades para consensuar criterios, el arco opositor cede protagonismo y pierde en el Congreso, mientras algunos de sus principales dirigentes, como De Narváez y Reutemann, se llaman a silencio. ¿Por qué la iniciativa siempre es de Néstor?
Por Pablo Mendelevich
16 de agosto de 2009
No hay reunión a la que vaya, incluso alguna reunión social, en la que no me digan eso; la verdad, ya estoy podrido de escucharlo." Al hombre el asunto lo agobia. El cronista acaba de preguntarle si no le parece que la oposición está como atolondrada, dispersa, fragmentada, mientras se le diluye día tras día la fuerza que extrajo de las urnas el 28 de junio. Claro, la suya no es la catarsis de un vendedor de autos, un obstetra o un pastor evangelista. Se trata de uno de los políticos opositores más importantes del país. "Le reconozco que mucha gente se queja de la oposición, pero no sé qué quieren que hagamos."
Hoy se cumplen 49 días del pronunciamiento de veinte millones de almas en el cuarto oscuro. Pero, raro país, todavía faltan 116 días para que ese pronunciamiento se efectivice. O por lo menos para que los representantes elegidos en aquellos comicios legislativos que el Gobierno planteó en formato plebiscitario pongan sus frescas asentaderas en las bancas. Que la Argentina tenga durante seis meses dos congresos -el viejo en la cancha, el nuevo en el banco- es una anormalidad, conviene recordarlo, derivada del adelanto electoral que dispusieron por unanimidad los dos Kirchner. La crisis mundial desaconsejaba, según su sabio entender, votar en octubre. Eso dijeron. El detalle de que se anticipaban las elecciones pero no las asunciones parecía en el otoño un mero efecto secundario de la medicina, cuestión insignificante, claro, frente a un mundo que se caía.
Sin embargo, ahora que transitamos por el período en el que la voluntad del electorado quedó desacoplada de la composición del Congreso y ahora que se ve que la Torre Eiffel, la Gran Muralla y hasta Wall Street, bien o mal, siguen allí, el panorama es sorprendente: el Gobierno conserva la iniciativa y los opositores, que tanto champagne gastaron la noche del domingo 28, van detrás. Sobran ejemplos en la semana que pasó. En pleno diálogo político la oposición se enteró por tevé de la estatización del fútbol -si no la medida más popular del año, la más populista-, viene de conseguir menos diputados que antes para oponerse al refill (rellenado del vaso en restaurantes americanos) de la delegación de poderes y ni siquiera pudo golpearse mucho el pecho cuando el Gobierno frenó, precariamente, el tarifazo. Es un secreto a gritos en el mundillo político que la marcha atrás con el tarifazo se debió antes a la rebelión de los diputados
propios que a la prédica de los opositores. Hasta el durísimo documento que el jueves dio a conocer la UCR dando por terminado el diálogo pareció casi una sobreactuación obligada por las circunstancias: la evidencia de que mientras invitaba cortésmente a dialogar, el Gobierno en el Congreso mostraba hasta qué punto está dispuesto a dar su batalla.
Espacios vacantes
"El verdadero cuadro opositor se va a plantear a partir del 10 de diciembre", dice Francisco de Narváez, el neoperonista que siete semanas atrás emergía como principal vencedor de los comicios nacionales, tras haberle ganado en el principal distrito al principal de los Kirchner. ¿Usted no cree que su repliegue personal, máxime después de haber sido en la campaña un intenso protagonista mediático, contribuyó a dejar un espacio vacante que el oficialismo ocupó con astucia?, pregunta el cronista. De Narváez responde que quiso ser prudente para no adoptar una posición triunfalista y niega que la recuperación de la iniciativa oficial sea per se un dato positivo ("Va a generar más rechazo en la sociedad, que votó contra esa forma de gobierno en la que ellos insisten"). Critica, en particular, la estatización del fútbol por lo que significa la ruptura de contratos entre privados, pero, en cuanto a su propio liderazgo, casi admite no tener
suficiente vigor, al menos ahora, para salirle al cruce al Gobierno en forma eficaz. ¿Insuficiencia de recursos políticos o demasiada plancha? Miembro del bloque Unión Celeste y Blanca que integra el interbloque del Pro, De Narváez no habló en ninguno de los dos recientes debates fundamentales que hubo en el recinto, en los que se trataron la emergencia agropecuaria y la delegación de poderes al Ejecutivo.
El otro gran guardado, se sabe, es Carlos Reutemann, quien entiende que cuando "el peronismo es un terremoto", según él mismo diagnosticó hace tres semanas, no se recomienda salir a recoger heridos: hay que esperar. Es una disciplina que Reutemann practica con éxito, si se considera que él es el político peronista que más tiempo lleva con imagen positiva sostenida, algo así como un impoluto líder nacional permanente del futuro. La senadora Roxana Latorre, su álter ego, insiste en que el Lole no va a largar su candidatura presidencial este año porque la ciudadanía está preocupada por otras cuestiones, como la supervivencia cotidiana. Son los dirigentes, explica, los que tienen apuro. Ante la pregunta de si Reutemann, como inminente candidato presidencial favorito, no está hoy demasiado al margen de los grandes temas que se discuten en el país, Latorre dice que él siempre manejó bien los tiempos. Y en eso tiene razón. Aunque nadie imagina
cómo seguiría funcionando el legendario laconismo de Reutemann en la hipótesis de que, el peronismo primero y la ciudadanía, después, lo conviertan en sucesor de Cristina Kirchner.
Anabólicos
De Narváez y Reutemann, también Cobos, derrotaron al oficialismo en sus respectivas provincias, aunque a nivel nacional, como se sabe, quien sumó más votos -no más bancas- fue el kirchnerismo, seguido por el Acuerdo Cívico de Lilita Carrió, si bien Kirchner y Carrió perdieron donde se presentaron, pese a lo cual ambos serán los dos nuevos diputados más rutilantes de la cámara. ¡Qué embrollo! Quizá no sea apropiado decir que en la Argentina el sistema político es muy complicado o que las prácticas políticas están llenas de contradicciones: lo correcto, probablemente, sea decir que ambas cosas suceden yuxtapuestas.
Los teóricos advierten que el nuestro es un sistema que promueve representaciones plurales. Para ello, los distintos partidos (bueno, "espacios") expresan cosas diferentes. Pero para ganarle una votación legislativa al Gobierno, que hoy es primera minoría (y lo seguirá siendo en diciembre), deben unirse sin desflecarse, lo que no sucede, porque un sector volátil, el de aliados ocasionales, termina funcionando como anabólico para el bloque oficialista. Ese, por cierto, es el sector con el que el Gobierno más negocia, según lo prueban las concesiones que le hizo en la reciente prórroga de delegación de poderes, que le prodigó al oficialismo una victoria de 136 votos a 100. Oh, casualidad, 136 votos consiguió el Gobierno para adelantar las elecciones, huelga decir que antes de su derrota electoral. También 136 fueron los votos con los que la Cámara de Diputados aprobó el año pasado la ley de emergencia económica. En cuanto a la oposición,
desmejoró un poco, si se observa que en marzo último, cuando intentó bajar las retenciones mediante una sesión especial, juntó 103 diputados.
Los magros 100 de la madrugada del jueves pasado fueron consecuencia, en parte, de que hubo 7 abstenciones, pero más aún de la recuperación para la causa oficialista de viejos amigos despechados, que acaso se rindieron al argumento de preservar la gobernabilidad, lo que hacía desaconsejable reponerle al Congreso la facultad de determinar el nivel de retenciones. Aunque hubo algo más: el oficialismo repite que la debilidad del Gobierno -en privado admitida sin cortapisas- tonifica a las corporaciones. Según su visión, la corporación del campo, la de los abogados (en lenguaje kirchnerista, esto se refiere al Consejo de la Magistratura) o de las empresas mediáticas implanta mecanismos extorsivos e intenta suplantar a la política, una advertencia rendidora entre diputados de izquierda. Acaso por error estratégico de una parte de la oposición, la delegación de facultades quedó pegada con una automática rebaja a las retenciones de la soja que
arbitraría el Congreso. Luego, Agustín Rossi, el negociador que ya había probado su destreza cuando la 125 sorteó la Cámara baja, consiguió conservar sus marcas estándar para aprobación de leyes difíciles.
En rigor, no hay una oposición. Como dice Margarita Stolbizer a LA NACION, lo que hay es un arco opositor. Stolbizer, protagonista de una resonante disputa doméstica con Elisa Carrió, lo que sumó un ejemplo contundente de lo fácil que se agrietan las asociaciones opositoras, analiza: "Liderazgos existen, lo que pasa es que son incompletos". Se refiere a Carrió, pero también a Cobos, y a Hermes Binner. En coincidencia con De Narváez, la dirigente del GEN dice que el Gobierno está muy golpeado y que no le parece que lo sucedido con el fútbol o con la delegación de poderes signifique un reposicionamiento oficialista sustancial.
Extendida la costumbre de no esconder las divergencias, casi nadie discute ya la fragilidad de las dos alianzas organizadas ad hoc para las últimas elecciones, la peronista y la no peronista, cuyo leitmotiv sonaba parejo: "Lo importante no es ganar, sino que el Gobierno pierda".
La alianza de Solá-Macri-De Narváez responde a la subclasificación peronistas contra peronistas, un galimatías que suele atormentar a los observadores extranjeros, pero que no resulta nada extravagante para los nativos. Esa alianza boya en una ambigua relación de pertenencia con el Partido Justicialista, hoy intrusado por Kirchner, según la visión del experto Eduardo Duhalde.
Ganadores y perdedores
Siete semanas después parece tener vigencia la pregunta de quién ganó las elecciones. La formulan unos y otros con variado apego a la ironía. Un miembro del Gobierno, que pide no ser mencionado, dice: "La falta de liderazgo nítido en la oposición se debe a que estas elecciones no arrojaron un ganador sino un perdedor, Kirchner, quien sin embargo tiene gran audacia, mucha información y, con el asunto del fútbol, le encontró el agujero al mate".
Ernesto Sanz, el mendocino que conduce a los senadores radicales, asegura que no hay forma de traducir el resultado electoral -sobreentiende que ganó la oposición- mientras no haya recambio de bancas. Su partido pegó un portazo virtual el jueves: concluyó, enojado, que el diálogo político había sido inútil. Tardía sintonía con la intransigente Carrió, quien hoy recuerda con amargura las cosas que le decían en la calle cuando se negó a ir a la Rosada. El ministro Florencio Randazzo se mostró sorprendido por la airada reacción radical carente de gradualismo, pero apegado como está al dialoguismo zen conservó las buenas maneras. Como si nada, llamó a otra ronda. El Gobierno todavía no descubrió que, llegado el caso, tiene un argumento lapidario para responder a quienes le critican su diálogo: entre sí, los diferentes opositores tienen un diálogo escaso, nada sistemático, cuando no son citas meramente gestuales, de esas que le dan
trabajo a los fotógrafos.
Falta un siglo, en términos de política argentina, para el esperado 10 de diciembre. Otro siglo pasó ya desde el 28 de junio: la primera semana postelectoral se hablaba del riesgo de que a la oposición se le diera por cogobernar desde el Congreso. Se decía que podía "voltearle" -ése era el verbo en boga- las retenciones, los superpoderes y unas cuantas cosas más al Ejecutivo. Y se sostenía que el dilema central opositor era sostener la gobernabilidad tragando sapos o plantar las propias verdades frente a un kirchnerismo derrotado. Pero alguien se extravió en el camino: el kirchnerismo derrotado. Esperan hallarlo el 10 de diciembre.
© LA NACION
La iniciativa política, un capital del Gobierno
Una derrota que no fue. El 29 de junio, inmediatamente después de las elecciones, Néstor Kirchner renuncia a la presidencia del PJ y deja en su lugar a Daniel Scioli. El ex presidente evita así el embate de los gobernadores peronistas y retiene el control del partido. Ese día, en conferencia de prensa, Cristina Kirchner minimiza la derrota del oficialismo y afirma que el kirchnerismo fue la fuerza más votada a nivel nacional.
Agendas paralelas. Desde Tucumán, la Presidenta convoca a los sectores económicos a una "mesa de diálogo nacional lo más amplia posible", pero no menciona a los partidos de la oposición, a los que sí llama a discutir una reforma política con elecciones internas abiertas y simultáneas. Referentes de la oposición plantean otro orden de prioridades: bajar las retenciones, normalizar el Indec, derogar los superpoderes y aprobar una nueva ley del Consejo de la Magistratura, entre otros temas.
Opositores contra opositores. Surgen las primeras fisuras en el Acuerdo Cívico luego que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, llama el día 13 de julio a un diálogo "por partidos" en la Casa Rosada. El Gobierno logra mostrarse abierto al diálogo, mientras que las diferencias entre Elisa Carrió y Margarita Stolbizer ponen en evidencia las dificultades de la oposición para imponer un criterio unificado. Luego se profundizaría la disputa entre Carrió y el vicepresidente Julio Cobos.
Sale Massa, Moreno crece. Luego de una serie de recambios ministeriales surge un gabinete más homogéneo: sale Sergio Mazza, considerado un moderado, y se refuerza el perfil ultrairchnerista del Gobierno. La oposición, pese a haber lanzado una fuerte ofensiva tras el triunfo electoral, no logra forzar la salida de las figuras más cuestionadas del oficialismo. Guillermo Moreno cobra mayor peso en el manejo de la economía e instala más funcionarios propios en el Indec.
La CGT es una y es de Moyano. En medio de una fuerte puja que puso en riesgo la conducción del camionero Hugo Moyano al frente de la CGT, el 23 de julio la Presidenta le pide al líder sindical un gesto conciliador y logra evitar la fractura de la central obrera. Aunque más cercanos al peronismo opositor, los "Gordos" aceptan las disculpas de Moyano y, días después, el 6 de agosto, Cristina Kirchner nombra a Ricardo Bellagio, una figura "neutral", al frente de la Superintendencia de Salud.
Así en la cancha como en el Congreso. En plena movida oficial para garantizar la televisación gratuita del fútbol, la oposición peronista y no peronista sufre una dura derrota en su intento de derogar las facultades delegadas. En la noche del 12 de agosto, el Gobierno reúne una amplia mayoría en la Cámara de Diputados y logra su objetivo de extender estas facultades otorgadas al Ejecutivo por un año más. La Presidenta retendrá así la posibilidad de fijar las retenciones al agro.
- Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía. Mariano Moreno
La oposición salió fortalecida de las últimas elecciones, pero desde entonces parece desdibujada frente a un gobierno hábil en generar acontecimientos y marcar la agenda. Atrapado en enfrentamientos internos y dificultades para consensuar criterios, el arco opositor cede protagonismo y pierde en el Congreso, mientras algunos de sus principales dirigentes, como De Narváez y Reutemann, se llaman a silencio. ¿Por qué la iniciativa siempre es de Néstor?
Por Pablo Mendelevich
16 de agosto de 2009
No hay reunión a la que vaya, incluso alguna reunión social, en la que no me digan eso; la verdad, ya estoy podrido de escucharlo." Al hombre el asunto lo agobia. El cronista acaba de preguntarle si no le parece que la oposición está como atolondrada, dispersa, fragmentada, mientras se le diluye día tras día la fuerza que extrajo de las urnas el 28 de junio. Claro, la suya no es la catarsis de un vendedor de autos, un obstetra o un pastor evangelista. Se trata de uno de los políticos opositores más importantes del país. "Le reconozco que mucha gente se queja de la oposición, pero no sé qué quieren que hagamos."
Hoy se cumplen 49 días del pronunciamiento de veinte millones de almas en el cuarto oscuro. Pero, raro país, todavía faltan 116 días para que ese pronunciamiento se efectivice. O por lo menos para que los representantes elegidos en aquellos comicios legislativos que el Gobierno planteó en formato plebiscitario pongan sus frescas asentaderas en las bancas. Que la Argentina tenga durante seis meses dos congresos -el viejo en la cancha, el nuevo en el banco- es una anormalidad, conviene recordarlo, derivada del adelanto electoral que dispusieron por unanimidad los dos Kirchner. La crisis mundial desaconsejaba, según su sabio entender, votar en octubre. Eso dijeron. El detalle de que se anticipaban las elecciones pero no las asunciones parecía en el otoño un mero efecto secundario de la medicina, cuestión insignificante, claro, frente a un mundo que se caía.
Sin embargo, ahora que transitamos por el período en el que la voluntad del electorado quedó desacoplada de la composición del Congreso y ahora que se ve que la Torre Eiffel, la Gran Muralla y hasta Wall Street, bien o mal, siguen allí, el panorama es sorprendente: el Gobierno conserva la iniciativa y los opositores, que tanto champagne gastaron la noche del domingo 28, van detrás. Sobran ejemplos en la semana que pasó. En pleno diálogo político la oposición se enteró por tevé de la estatización del fútbol -si no la medida más popular del año, la más populista-, viene de conseguir menos diputados que antes para oponerse al refill (rellenado del vaso en restaurantes americanos) de la delegación de poderes y ni siquiera pudo golpearse mucho el pecho cuando el Gobierno frenó, precariamente, el tarifazo. Es un secreto a gritos en el mundillo político que la marcha atrás con el tarifazo se debió antes a la rebelión de los diputados
propios que a la prédica de los opositores. Hasta el durísimo documento que el jueves dio a conocer la UCR dando por terminado el diálogo pareció casi una sobreactuación obligada por las circunstancias: la evidencia de que mientras invitaba cortésmente a dialogar, el Gobierno en el Congreso mostraba hasta qué punto está dispuesto a dar su batalla.
Espacios vacantes
"El verdadero cuadro opositor se va a plantear a partir del 10 de diciembre", dice Francisco de Narváez, el neoperonista que siete semanas atrás emergía como principal vencedor de los comicios nacionales, tras haberle ganado en el principal distrito al principal de los Kirchner. ¿Usted no cree que su repliegue personal, máxime después de haber sido en la campaña un intenso protagonista mediático, contribuyó a dejar un espacio vacante que el oficialismo ocupó con astucia?, pregunta el cronista. De Narváez responde que quiso ser prudente para no adoptar una posición triunfalista y niega que la recuperación de la iniciativa oficial sea per se un dato positivo ("Va a generar más rechazo en la sociedad, que votó contra esa forma de gobierno en la que ellos insisten"). Critica, en particular, la estatización del fútbol por lo que significa la ruptura de contratos entre privados, pero, en cuanto a su propio liderazgo, casi admite no tener
suficiente vigor, al menos ahora, para salirle al cruce al Gobierno en forma eficaz. ¿Insuficiencia de recursos políticos o demasiada plancha? Miembro del bloque Unión Celeste y Blanca que integra el interbloque del Pro, De Narváez no habló en ninguno de los dos recientes debates fundamentales que hubo en el recinto, en los que se trataron la emergencia agropecuaria y la delegación de poderes al Ejecutivo.
El otro gran guardado, se sabe, es Carlos Reutemann, quien entiende que cuando "el peronismo es un terremoto", según él mismo diagnosticó hace tres semanas, no se recomienda salir a recoger heridos: hay que esperar. Es una disciplina que Reutemann practica con éxito, si se considera que él es el político peronista que más tiempo lleva con imagen positiva sostenida, algo así como un impoluto líder nacional permanente del futuro. La senadora Roxana Latorre, su álter ego, insiste en que el Lole no va a largar su candidatura presidencial este año porque la ciudadanía está preocupada por otras cuestiones, como la supervivencia cotidiana. Son los dirigentes, explica, los que tienen apuro. Ante la pregunta de si Reutemann, como inminente candidato presidencial favorito, no está hoy demasiado al margen de los grandes temas que se discuten en el país, Latorre dice que él siempre manejó bien los tiempos. Y en eso tiene razón. Aunque nadie imagina
cómo seguiría funcionando el legendario laconismo de Reutemann en la hipótesis de que, el peronismo primero y la ciudadanía, después, lo conviertan en sucesor de Cristina Kirchner.
Anabólicos
De Narváez y Reutemann, también Cobos, derrotaron al oficialismo en sus respectivas provincias, aunque a nivel nacional, como se sabe, quien sumó más votos -no más bancas- fue el kirchnerismo, seguido por el Acuerdo Cívico de Lilita Carrió, si bien Kirchner y Carrió perdieron donde se presentaron, pese a lo cual ambos serán los dos nuevos diputados más rutilantes de la cámara. ¡Qué embrollo! Quizá no sea apropiado decir que en la Argentina el sistema político es muy complicado o que las prácticas políticas están llenas de contradicciones: lo correcto, probablemente, sea decir que ambas cosas suceden yuxtapuestas.
Los teóricos advierten que el nuestro es un sistema que promueve representaciones plurales. Para ello, los distintos partidos (bueno, "espacios") expresan cosas diferentes. Pero para ganarle una votación legislativa al Gobierno, que hoy es primera minoría (y lo seguirá siendo en diciembre), deben unirse sin desflecarse, lo que no sucede, porque un sector volátil, el de aliados ocasionales, termina funcionando como anabólico para el bloque oficialista. Ese, por cierto, es el sector con el que el Gobierno más negocia, según lo prueban las concesiones que le hizo en la reciente prórroga de delegación de poderes, que le prodigó al oficialismo una victoria de 136 votos a 100. Oh, casualidad, 136 votos consiguió el Gobierno para adelantar las elecciones, huelga decir que antes de su derrota electoral. También 136 fueron los votos con los que la Cámara de Diputados aprobó el año pasado la ley de emergencia económica. En cuanto a la oposición,
desmejoró un poco, si se observa que en marzo último, cuando intentó bajar las retenciones mediante una sesión especial, juntó 103 diputados.
Los magros 100 de la madrugada del jueves pasado fueron consecuencia, en parte, de que hubo 7 abstenciones, pero más aún de la recuperación para la causa oficialista de viejos amigos despechados, que acaso se rindieron al argumento de preservar la gobernabilidad, lo que hacía desaconsejable reponerle al Congreso la facultad de determinar el nivel de retenciones. Aunque hubo algo más: el oficialismo repite que la debilidad del Gobierno -en privado admitida sin cortapisas- tonifica a las corporaciones. Según su visión, la corporación del campo, la de los abogados (en lenguaje kirchnerista, esto se refiere al Consejo de la Magistratura) o de las empresas mediáticas implanta mecanismos extorsivos e intenta suplantar a la política, una advertencia rendidora entre diputados de izquierda. Acaso por error estratégico de una parte de la oposición, la delegación de facultades quedó pegada con una automática rebaja a las retenciones de la soja que
arbitraría el Congreso. Luego, Agustín Rossi, el negociador que ya había probado su destreza cuando la 125 sorteó la Cámara baja, consiguió conservar sus marcas estándar para aprobación de leyes difíciles.
En rigor, no hay una oposición. Como dice Margarita Stolbizer a LA NACION, lo que hay es un arco opositor. Stolbizer, protagonista de una resonante disputa doméstica con Elisa Carrió, lo que sumó un ejemplo contundente de lo fácil que se agrietan las asociaciones opositoras, analiza: "Liderazgos existen, lo que pasa es que son incompletos". Se refiere a Carrió, pero también a Cobos, y a Hermes Binner. En coincidencia con De Narváez, la dirigente del GEN dice que el Gobierno está muy golpeado y que no le parece que lo sucedido con el fútbol o con la delegación de poderes signifique un reposicionamiento oficialista sustancial.
Extendida la costumbre de no esconder las divergencias, casi nadie discute ya la fragilidad de las dos alianzas organizadas ad hoc para las últimas elecciones, la peronista y la no peronista, cuyo leitmotiv sonaba parejo: "Lo importante no es ganar, sino que el Gobierno pierda".
La alianza de Solá-Macri-De Narváez responde a la subclasificación peronistas contra peronistas, un galimatías que suele atormentar a los observadores extranjeros, pero que no resulta nada extravagante para los nativos. Esa alianza boya en una ambigua relación de pertenencia con el Partido Justicialista, hoy intrusado por Kirchner, según la visión del experto Eduardo Duhalde.
Ganadores y perdedores
Siete semanas después parece tener vigencia la pregunta de quién ganó las elecciones. La formulan unos y otros con variado apego a la ironía. Un miembro del Gobierno, que pide no ser mencionado, dice: "La falta de liderazgo nítido en la oposición se debe a que estas elecciones no arrojaron un ganador sino un perdedor, Kirchner, quien sin embargo tiene gran audacia, mucha información y, con el asunto del fútbol, le encontró el agujero al mate".
Ernesto Sanz, el mendocino que conduce a los senadores radicales, asegura que no hay forma de traducir el resultado electoral -sobreentiende que ganó la oposición- mientras no haya recambio de bancas. Su partido pegó un portazo virtual el jueves: concluyó, enojado, que el diálogo político había sido inútil. Tardía sintonía con la intransigente Carrió, quien hoy recuerda con amargura las cosas que le decían en la calle cuando se negó a ir a la Rosada. El ministro Florencio Randazzo se mostró sorprendido por la airada reacción radical carente de gradualismo, pero apegado como está al dialoguismo zen conservó las buenas maneras. Como si nada, llamó a otra ronda. El Gobierno todavía no descubrió que, llegado el caso, tiene un argumento lapidario para responder a quienes le critican su diálogo: entre sí, los diferentes opositores tienen un diálogo escaso, nada sistemático, cuando no son citas meramente gestuales, de esas que le dan
trabajo a los fotógrafos.
Falta un siglo, en términos de política argentina, para el esperado 10 de diciembre. Otro siglo pasó ya desde el 28 de junio: la primera semana postelectoral se hablaba del riesgo de que a la oposición se le diera por cogobernar desde el Congreso. Se decía que podía "voltearle" -ése era el verbo en boga- las retenciones, los superpoderes y unas cuantas cosas más al Ejecutivo. Y se sostenía que el dilema central opositor era sostener la gobernabilidad tragando sapos o plantar las propias verdades frente a un kirchnerismo derrotado. Pero alguien se extravió en el camino: el kirchnerismo derrotado. Esperan hallarlo el 10 de diciembre.
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La iniciativa política, un capital del Gobierno
Una derrota que no fue. El 29 de junio, inmediatamente después de las elecciones, Néstor Kirchner renuncia a la presidencia del PJ y deja en su lugar a Daniel Scioli. El ex presidente evita así el embate de los gobernadores peronistas y retiene el control del partido. Ese día, en conferencia de prensa, Cristina Kirchner minimiza la derrota del oficialismo y afirma que el kirchnerismo fue la fuerza más votada a nivel nacional.
Agendas paralelas. Desde Tucumán, la Presidenta convoca a los sectores económicos a una "mesa de diálogo nacional lo más amplia posible", pero no menciona a los partidos de la oposición, a los que sí llama a discutir una reforma política con elecciones internas abiertas y simultáneas. Referentes de la oposición plantean otro orden de prioridades: bajar las retenciones, normalizar el Indec, derogar los superpoderes y aprobar una nueva ley del Consejo de la Magistratura, entre otros temas.
Opositores contra opositores. Surgen las primeras fisuras en el Acuerdo Cívico luego que el ministro del Interior, Florencio Randazzo, llama el día 13 de julio a un diálogo "por partidos" en la Casa Rosada. El Gobierno logra mostrarse abierto al diálogo, mientras que las diferencias entre Elisa Carrió y Margarita Stolbizer ponen en evidencia las dificultades de la oposición para imponer un criterio unificado. Luego se profundizaría la disputa entre Carrió y el vicepresidente Julio Cobos.
Sale Massa, Moreno crece. Luego de una serie de recambios ministeriales surge un gabinete más homogéneo: sale Sergio Mazza, considerado un moderado, y se refuerza el perfil ultrairchnerista del Gobierno. La oposición, pese a haber lanzado una fuerte ofensiva tras el triunfo electoral, no logra forzar la salida de las figuras más cuestionadas del oficialismo. Guillermo Moreno cobra mayor peso en el manejo de la economía e instala más funcionarios propios en el Indec.
La CGT es una y es de Moyano. En medio de una fuerte puja que puso en riesgo la conducción del camionero Hugo Moyano al frente de la CGT, el 23 de julio la Presidenta le pide al líder sindical un gesto conciliador y logra evitar la fractura de la central obrera. Aunque más cercanos al peronismo opositor, los "Gordos" aceptan las disculpas de Moyano y, días después, el 6 de agosto, Cristina Kirchner nombra a Ricardo Bellagio, una figura "neutral", al frente de la Superintendencia de Salud.
Así en la cancha como en el Congreso. En plena movida oficial para garantizar la televisación gratuita del fútbol, la oposición peronista y no peronista sufre una dura derrota en su intento de derogar las facultades delegadas. En la noche del 12 de agosto, el Gobierno reúne una amplia mayoría en la Cámara de Diputados y logra su objetivo de extender estas facultades otorgadas al Ejecutivo por un año más. La Presidenta retendrá así la posibilidad de fijar las retenciones al agro.
- Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía. Mariano Moreno
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